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¿Quién responde? 05.05.2021

Al respecto de los lamentables hechos de terrorismo desde la semana pasada, muy costosos para todos los colombianos, y de diversas maneras, sobre todo en Cali, y de la anarquía a continuación, y ya muchos se han manifestado, pero hay que insistir e identificar a los responsables: ¿Quién responde por los muertos y heridos?, ¿por los contagiados en las aglomeraciones y que contagiarán a otros, o por los que no se pudieron vacunar?, ¿por los muchos y graves destrozos y daños aquí y en otras ciudades?, ¿por los alimentos, combustibles y otros bienes que no llegan a los consumidores?, ¿por los necesitados vendedores de la calle, los obreros y los empleados que no pueden ir a trabajar?, ¿por todos los que no pueden estudiar ni siquiera virtualmente?, en fin, ¿por los muchos que en esos días de confinamiento, encapotados por lo demás, no pueden vivir con un mínimo de normalidad?.


Responsables son los que llamaron a un paro nacional, cuyo derecho a hacerlo no se cuestiona y cuyas razones hay que respetar, pero que no les preocupó, ¿o lo contrario?, programarlo en pleno tercer pico de la pandemia. Igualmente los que inoportunamente dieron motivos con la reforma tributaria, y que pese a que el paro ya estaba prohibido por la Justicia permitieron que se realizara en esa fecha y no previeron los actos de violencia y vandalismo que con seguridad lo acompañarían.
También los que no supieron cómo controlarlo a tiempo ni impedirlo después. Y, finalmente, los que simplemente toleran la situación del país y del mundo, y que por eso mismo son en el fondo los mayores responsables: esa mayoría de ciudadanos que aquí se abstiene de votar permitiendo que cada cuatro años sea una minoría extremista la que elige gobernantes corruptos.

En Colombia no faltan desde ya muchos candidatos a la próxima presidencia y a las gobernaciones y alcaldías, Congreso, asambleas y concejos. Los hay para casi todos los gustos: hombres y mujeres de diversas edades y variadas procedencias, culturas, educación, experiencia, experticia y tendencias políticas, como si ya fuera esta una verdadera y consolidada democracia; pero por supuesto preocupa mucho que sean tantos los candidatos y sobre todo que casi nunca se presenten, para cada caso y tema, programas de gobierno sintéticos y claros, ni se formulen estrategias viables para poder controlar efectivamente el cumplimento de las leyes y normas derivadas de la Constitución Nacional, la que además es confusa e innecesariamente larga, por lo que la mayoría de los colombianos no la conocen: sólo los muchos usuales tinterillos de todos los pelambres.

Finalmente en vez de derribar la estatua del fundador de Cali, lo pertinente es erigir monumentos a indígenas y esclavos africanos, pues muchas cosas aquí son producto de esas transculturaciones; y el hecho es que en Colombia todos nos comunicamos en español y somos mestizos aunque en proporciones diferentes y nos auto excluyamos. Juzgar los viejos monumentos únicamente a partir de motivaciones actuales, por más válidas que sean, sin considerar los hechos de la época a la que aluden, es un error, y en este caso además es un asunto que primero incumbe a los caleños, y muchos aquí han entendido que lo usual es que un monumento se transforme en un hito de una ciudad, ayude a orientarse en ella e incluso llegue a ser su símbolo, como en Cali, primando así su carácter urbano sobre su simbolismo histórico, pero cuya precisión sí debe exigir.

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