Para principiar, hay que entender que se necesita un verdadero líder, ya sea hombre o mujer, y no apenas un caudillo y mucho menos aún un demagogo. Un líder con propuestas económicas, sociales, culturales, urbanas, y, desde luego, políticas, para poder llevarlas a cabo, y no lo contrario: propuestas políticas basadas en ideologías para imponer cambios económicos y sociales. Como los define el DLE, líder es una persona que dirige o conduce un partido político; caudillo es el jefe absoluto de un grupo armado, o un dictador, generalmente militar; y demagogo es un orador que intenta ganar influencia mediante discursos que agiten a los electores; casi siempre desinformados.
Como se puede leer en Internet, los líderes van acompañados, buscan lo mejor mediante consensos, saben delegar y entienden que en un grupo de iguales a veces habrá que seguir a otro y a veces tomar la iniciativa, aceptan que a veces alguien tiene más o mejores habilidades. Los caudillos van solos, son ególatras, buscan su éxito personal, no aceptan consensos y creen tener la verdad absoluta, y no ceden el poder. Por su parte, demagogia, dice Wikipedia, es una estrategia para conseguir el poder político que consiste en apelar a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar apoyo popular, mediante la retórica, la desinformación y la propaganda política.
Considerando que casi todos los candidatos a los diferentes cargos de una democracia suelen presentar, en diferentes proporciones, diversos rasgos de liderazgo, caudillismo o demagogia, es fundamental identificar cuál prima en cada uno, no solo en su personalidad si no, sobre todo, en sus propuestas y más aún en sus realizaciones públicas, junto con malos manejos, corrupción o discriminación de cualquier tipo, asociados a aquellos, y sus opiniones al respecto, es decir, como las define el DLE, sus exámenes y juicios acerca del acontecer nacional; y a la vez examinar, es decir, criticar públicamente, los juicios que hacen y así propiciar un debate que permitiría conocerlos mejor.
Igualmente, hay que pensar en los estudios de los diferentes candidatos y en dónde y en qué colegios y universidades se realizaron; su pericia en cada tema o sea, como dice el DLE, su sabiduría, práctica, experiencia y habilidad en ellos; sus resultados en sus desempeños como funcionarios públicos o privados; y su conocimiento de las ciudades y del mundo.
También es importante enterarse de los libros y artículos que han publicado y qué se ha opinado seriamente de ellos y leer al menos los que se consideren más pertinentes, y restarle importancia a su apariencia física pero sí dársela, y mucho, a su comportamiento público y privado en las diferentes situaciones de sus vidas.
Para terminar, elegir, como dice el DEL, es escoger o preferir a alguien, por elección, para un cargo; y si no se prefiere a ninguno de los candidatos, hombre o mujer, pues votar en blanco pero votar, y no dejar que una minoría de los que lo hacen, casi siempre menos de la mitad de los ciudadanos que lo pueden hacer, elija alcaldes, gobernadores y presidentes como sucede en el país desde hace años. Y apropósito, vale la pena saber qué piensan los candidatos del voto obligatorio considerando que existe el voto en blanco o el anulado. En Breve historia de la igualdad, 2021, Thomas Piketty muestra como elegir mejor ha sido fundamental para un mundo mejor.
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