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Entender la ciudad. 21.09.2022

 'Metrópolis. Una historia de la ciudad, el mayor invento de la humanidad’, 2020, reciente libro del historiador y periodista Ben Wilson, es muy útil para entender las ciudades, lo que es de suma importancia considerando que, como él lo advierte de entrada: “En 2050, dos tercios de la humanidad vivirán en ciudades. Estamos asistiendo a la mayor migración de la historia, la culminación de un proceso que se ha extendido a lo largo de seis mil años [o diez mil contando a Jericó] y que nos habrá transformado en una especie totalmente urbanizada a finales del presente siglo. Cómo vivir, y en dónde, es una de las preguntas más importantes que podemos hacernos” (p. 11). O cómo hacerlo.

Entender que “la historia de la urbanización es, en gran parte, la de la adaptación de los humanos a los cambios en su entorno, y la de la adaptación de [estos] a las necesidades humanas” (p. 35) con “nuestro instinto natural, rural, en pugna con nuestro ser urbano, civilizado”.

Ahora, como en Uruk, se “trata ya de una red de ciudades interconectadas que comparten una cultura común y un mismo sistema comercial” (p. 43). “Mucho antes [de] los países, los imperios o los reyes, existieron las ciudades” (p. 49). Y allí “nacieron la religión y la burocracia necesarias para organizar a la gente en entidades colectivas, y los reyes y los ejércitos para defenderlas y proyectar su poder” (p. 51).

A lo que hay que agregar que en el caso de Hispanoamérica se trata de cientos de ciudades que se fundaron a partir del Siglo XVI, de las que 31 son Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, y miles de pueblos que fueron surgiendo, constituyendo el Imperio Español de Felipe II, con una sola lengua, religión y arquitectura; armas de la conquista que dijo Fernando Chueca-Goitia (Invariantes castizos de la Arquitectura Española / Invariantes en la Arquitectura Hispanoamericana, 1979) y hoy aspectos básicos para entender esas ciudades que, junto con las brasileras, constituyen lo que se denomina como Latinoamérica (impuesto por Francia) y que habría que cambiar por Iberoamérica.

En Colombia está el pertinente caso del sistema de ciudades del valle alto del río Cauca unidas por ferrocarril durante la primera mitad del Siglo XX, que al estarlo de nuevo se podría entender como una variedad de metrópolis, que desviaría el muy rápido e inconveniente crecimiento de Cali hacia Cartago, Tuluá, Buga, Palmira y Santander de Quilichao; inicialmente bastaría con reactivar el ferrocarril, estúpidamente eliminado, para unirlas entre sí, y con Buenaventura, el puerto sobre el Pacífico. Sería uno de los resultados de implementar la propuesta de dos ejes urbano regionales para Cali, realizada por un grupo de arquitectos e ingenieros interesados en el devenir de su ciudad.

Como lo piensa Ben Wilson: “La historia de cómo la humanidad ha intentado erradicar las ciudades nos dice más que cualquier otro medio sobre cómo funcionan” (p. 330). Que nada ha podido acabar con las ciudades y, citando a Shakespeare, pregunta: “Qué es la ciudad, sino sus gentes” (p. 343). Pero, sin duda, la ignorancia al respecto de ciudades y ciudadanos, y urbanismo y arquitectura, por parte de no pocos alcaldes y concejales, como ha sido el lamentable caso de Cali, ha impedido mejorar la calidad de vida en ellas. “[La] solución exige una urbanización de la vida a gran escala [y] requiere que ensanchemos nuestra imaginación para dar cabida a todo lo que una ciudad puede ser” (p. 24).

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