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Sobre el nacionalismo 07.09.2022

 Eric Hobsbawm, historiador británico de origen judío, y considerado por muchos el más importante analista de la historia del Siglo XX, resume pertinentemente en su último libro, publicado nueve años después de su muerte acaecida en 2012, que: “Después de dos generaciones, cuando contingentes de campesinos se han convertido en contingentes de habitantes de ciudades, cuando las relaciones entre generaciones, y cada vez más entre sexos se han transformado y la antigua sabiduría parece irrelevante para los problemas actuales, el mundo está lleno de personas que anhelan algo que siga pareciendo una vieja e indiscutible certeza”. (Sobre el nacionalismo, 2021, pp. 377 a 381).

Recuerda Hobsbawm que a mediados del Siglo XIX Ernest Renan decía que: “El olvido y, de hecho, el error histórico, son factores esenciales en la formación de una nación”. Pero que se trata es de la política y no de la historia o la racionalidad; que la creencia nacionalista expresada por primera vez en ese siglo por Giuseppe Mazzini según la cual cada nación debería constituir un Estado y que debería haber un Estado para cada nación, es bastante impracticable étnica y lingüísticamente; que con unas pocas excepciones de mini-Estados isleños, no existe a inicios del Siglo XXI más de una docena de Estados étnica y lingüísticamente homogéneos entre las cerca de 170 entidades políticas en el mundo.

Como concluye Hobsbawm: “La multietnicidad y el plurilingüismo son prácticamente inevitables, excepto de manera temporal cuando se recurre a la exclusión de masas, a la asimilación forzosa, a la expulsión masiva o al genocidio; en resumen, a la coerción”. Pero el plurilingüismo no aplica en Iberoamérica en donde luego de cinco siglos todos hablamos español o portugués y el uso cotidiano de las lenguas indígenas prácticamente ha desaparecido en casi todos los países desde el sur de Estados Unidos hasta el sur de Chile y Argentina; y con respecto a la multietnicidad, la gran mayoría somos mestizos de “indios”, “blancos” y “negros”, en orden de su llegada al Nuevo Mundo.

Así, el español, junto con el portugués (romances ibéricos muy relacionados), ya son a inicios del Siglo XXI las segundas lenguas nativas más habladas después del mandarín. Y la arquitectura de tradición hispanomusulmana, con algunas técnicas aborígenes y el trabajo de esclavos africanos, es lo mejor de muchas ciudades y campos en Iberoamérica; e incluso en el suroeste de Norteamérica que fue parte de México. Era la manera tradicional en Iberoamérica de hacer ciudades, que, con la lengua y la religión, eran parte de la cultura de todos sus habitantes. Pero con los avances técnicos del Siglo XX, y la rapidísima sobrepoblación y crecimiento de las ciudades, se abandonó en muchas partes del todo.

Ignorando dicha cultura común a más de medio continente, en América comienzan a darse ahora los nacionalismos, propios de la Europa de fines del Siglo XIX y hasta mediados del XX, y son: étnicos, religiosos y políticos. En Colombia debemos comprender que la subversión terminó en narcotráfico, que el desempleo genera delincuencia y corrupción, y que la mala educación lleva al caos urbano y a la falta de civismo; y debemos respetarnos todos evitando que el infierno sean los otros, sin “falsas tradiciones” (Hobsbawm, p. 139) ya que: “El peligro de (las) combinaciones de ignorancia histórica y confusión intelectual es que, en vez de explicar los mitos, se limitan a reforzarlos”. (p. 292).

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