Con toda seguridad se duerme mucho mejor en una buena casa, pero no es seguro que lo que se sueña igualmente lo sea; como sí lo es soñar despierto en una casa de ensueño, es decir ideal, fantástica, maravillosa como dice de tal palabra el DLE. Una casa que no sea igual de oscura o luminosa en todos sus espacios, ni sonora o silenciosa, ni olorosa o insípida, ni caliente o fría, ni que todas sus superficies sean iguales, ásperas o rugosas, y que por lo contrario sus cambios estimulen discretamente o no, todos los sentidos y con ellos los sueños: proyectos, deseos, esperanzas según el DLE, como también su posibilidad de ser realizados y volverlos realidades todavía no soñadas.
El sueño es una parte integral de la vida cotidiana; una necesidad biológica que permite restablecer las funciones físicas y psicológicas esenciales para un pleno rendimiento (Wikipedia) y por supuesto se duerme mejor en una buena habitación sin luces o ruidos propios o ajenos a la misma, pero tampoco totalmente silenciosa y oscura como una tumba, en las que ya no se sueña nada y solo se descansa ojalá para siempre. Entre lo ideal, lo fantástico y lo maravilloso no hay límites precisos, ni tampoco entre estos y el sueño, o entre este y el soñar despierto, ni del todo entre estos dos últimos; por lo contrario, existen muchas influencias diferentes e incluso pueden ser insólitas.
Soñar despierto es un breve desprendimiento del entorno de una persona durante la cual el contacto con la realidad se substituye parcialmente por una fantasía visual, especialmente repleta de pensamientos placenteros, esperanzas o ambiciones (Wikipedia).
Muchos pensamientos que una casa de ensueño puede estimular: columnas de opinión que se escribirán más tarde con el deseo de que otros sueñen con ellas, viajes de estudio que son los que procuran mayor placer, recuerdos de lugares y ciudades visitados que invitan a volver, recuerdos de relaciones que marcaron la vida, de deliciosas conversaciones, comidas y bebidas a repetir en una buena casa y soñando despiertos.
Una buena casa apenas precisa de una mínima alusión a todo lo ideal, fantástico o maravilloso que generan sus circulaciones acodadas, que con sus emocionantes giros a un lado o al otro conducen a sus ensoñadores ambientes interiores y de ellos a sus balcones, los que permiten mirar afuera a la ciudad y al mundo; y salir a sus patios, terrazas y azoteas bajo el cielo que la comunican con el universo infinito más allá, que, aunque no se lo vea sí se lo presiente. Es preciso comprender que una casa buena (económica, funcional, confortable y ecológica) no es necesariamente una ¡buena casa! la que además deberá ser también emocionante y para lograrlo no tiene por qué ser más costosa.
“Usted ve, pero no se fija”, le suelta Sherlock Holmes al Dr. Watson en Un escándalo en Bohemia, relato escrito por Arthur Conan Doyle a finales del Siglo XIX. Una buena casa debe procurar que todos los que la vean se fijen en ella aun cuando no sean muy conscientes de hacerlo y no tengan que determinarlo, precisarlo o designarlo de un modo cierto, como lo define el DLE; lo que sí deberá hacer a fondo un verdadero arquitecto, y de ahí que se lo haga saber pronto a sus clientes buscando así volverlos sus pequeños mecenas: “Una vez que se descarta lo imposible, lo que queda es la verdad, por improbable que parezca” como lo diría muy serio el detective más famoso de la literatura.
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