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¿Camino al andar? 21.11.2013


          Decía Aristóteles que las ciudades son sus ciudadanos. Es decir, peatones  que caminan desde que se despiertan al amanecer hasta que se duermen (siesta de por medio) ya por la noche, pero no por valles y montañas como los campesinos sino por calles, plazas y parques. Al fin y al cabo una ciudad es un artefacto, hoy ineludible para la vida de la mitad de la población del mundo, en el que siempre toca caminar. En ellas todos lo tienen que hacer en algún momento de cada día, prácticamente todos los días, toda la vida, incluyendo los que no se bajan del carro pues siempre hay un momento en que lo tienen que hacer.
            Al contrario de lo que parecen creer los caleños, hace apenas un siglo que la mayoría de las ciudades del mundo fueron invadidas por los automóviles, quedando los peatones reducidos, en las de traza colonial, a sus estrechas aceras. Las que se mantuvieron en sus ensanches o se eliminaron siguiendo la moda de los suburbios sin andenes de Miami. Pero no se reclama el derecho del peatón a circular caminando, y por lo contrario se aplauden los aparatosos e inútiles puentes y autopistas que no son tales, como la que ahora sacaron de la manga en lugar del cinturón verde, para valorizar con los impuestos de los contribuyente el otro lado, sin importar si tiene buenos suelos y servicios.
            Nadie reclama pues la esquizofrenia domina aquí y no es un chiste. Las cifras en Colombia son más altas que el promedio mundial, según el Ministerio de Protección Social y la Asociación Colombiana de Psiquiatría, y Carlos Miranda, psiquiatra de dicha Asociación, explica que en  el Valle y Bogotá es la mas alta, y es significativa, y puede estar relacionada con el estilo de vida. Es más fácil que la gente desarrolle la enfermedad en las ciudades, por el alto nivel de estrés y la competitividad (El País, 11/11/2011). Sobre todo en las que hay que “cambiarle la cara” pese a que se defienda al mismo tiempo su belleza; no los cerros, la cordillera, los ríos y la vegetación, sino los puentes.
            Estrés sin duda causado en buena parte por el desorden, el ruido y la falta de belleza urbana pero sobretodo por que no hay por donde caminar cómodamente, con seguridad y placer. Hoy hay menos espacios para la vida pública, lo que lleva a menos actividades físicas, mayor sedentarismo, menor tiempo dedicado a la recreación y por ende más estrés. Cada vez nuestras ciudades tienen menos actividades colectivas, y muchos cierran calles o “conviven” en conjuntos cerrados, y van a caminar a los centros comerciales, también cerrados, como dice la arquitecta venezolana Carla Urbina (Revista Mundo vegetal, 07/10/2010).
            Se habla de los derechos de las minorías pero no la de esa gran mayoría que las abarca a todas: los peatones. Ni que es necesario que el barrio y la comunidad vuelvan a ser el microcosmos a partir y en función de todas las actividades humanas; donde la gente trabaja, vive, se relaja, aprende, comunica, y maneja su vida en común,  como dice André Gorz (La ideología social del automóvil, 1973). Pero, advierte, la alternativa al automóvil deberá ser global, y principia por la redensificación de las ciudades, y que caminar de un lugar a otro por una calle sea de nuevo posible, agradable y significativo. En las ciudades no se hace camino al andar; ellas hacen al caminante.

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