Decía Aristóteles que las
ciudades son sus ciudadanos. Es decir, peatones
que caminan desde que se despiertan al amanecer hasta que se duermen
(siesta de por medio) ya por la noche, pero no por valles y montañas como los
campesinos sino por calles, plazas y parques. Al fin
y al cabo una ciudad es un artefacto, hoy ineludible para la vida de la mitad
de la población del mundo, en el que siempre toca caminar. En ellas todos lo
tienen que hacer en algún momento de cada día, prácticamente todos los días,
toda la vida, incluyendo los que no se bajan del carro pues siempre hay un
momento en que lo tienen que hacer.
Al contrario de lo que parecen creer
los caleños, hace apenas un siglo que la mayoría de las ciudades del mundo
fueron invadidas por los automóviles, quedando los peatones reducidos, en las
de traza colonial, a sus estrechas aceras. Las que se mantuvieron en sus
ensanches o se eliminaron siguiendo la moda de los suburbios sin andenes de
Miami. Pero no se reclama el derecho del peatón a circular caminando, y por lo
contrario se aplauden los aparatosos e inútiles puentes y autopistas que no son
tales, como la que ahora sacaron de la manga en lugar del cinturón verde, para
valorizar con los impuestos de los contribuyente el otro lado, sin importar si
tiene buenos suelos y servicios.
Nadie reclama pues la esquizofrenia
domina aquí y no es un chiste. Las cifras en Colombia son más
altas que el promedio mundial, según el Ministerio de Protección Social y la
Asociación Colombiana de Psiquiatría, y Carlos Miranda, psiquiatra de dicha
Asociación, explica que en el Valle y
Bogotá es la mas alta, y es significativa, y puede estar relacionada con el
estilo de vida. Es más fácil que la gente desarrolle la enfermedad en las
ciudades, por el alto nivel de estrés y la competitividad (El País,
11/11/2011). Sobre todo en las que hay que “cambiarle la cara” pese a que se
defienda al mismo tiempo su belleza; no los cerros, la cordillera, los ríos y
la vegetación, sino los puentes.
Estrés sin duda causado en buena
parte por el desorden, el ruido y la falta de belleza urbana pero sobretodo por
que no hay por donde caminar cómodamente, con seguridad y placer. Hoy hay menos espacios
para la vida pública, lo que lleva a menos actividades físicas, mayor
sedentarismo, menor tiempo dedicado a la recreación y por ende más estrés. Cada
vez nuestras ciudades tienen menos actividades colectivas, y muchos cierran
calles o “conviven” en conjuntos cerrados, y van a caminar
a los centros comerciales, también cerrados, como dice la arquitecta venezolana
Carla Urbina (Revista Mundo vegetal, 07/10/2010).
Se habla de los derechos de las minorías pero no la de
esa gran mayoría que las abarca a todas: los peatones. Ni que
es necesario que el barrio y la comunidad vuelvan a
ser el microcosmos a partir y en función de todas las actividades humanas;
donde la gente trabaja, vive, se relaja, aprende, comunica, y maneja su vida en
común, como dice André Gorz (La ideología social del automóvil, 1973). Pero, advierte, la alternativa al automóvil deberá ser global,
y principia por la redensificación de las ciudades, y que caminar
de un lugar a otro por una calle sea de nuevo
posible, agradable y significativo. En las ciudades no se hace camino al andar;
ellas hacen al caminante.
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