Allí estaba, escondidita en el interior
del periódico: el gobierno colombiano iniciará una campaña para contrarrestar
el alarmante crecimiento de embarazos de adolescentes, el mas alto de América
Latina. Ciegos y sordos por prejuicios políticos, sociales o religiosos,
oscurantistas e hipócritas, hemos por años intentado tapar lo grave que ha sido
para el país su desbordada demografía, que si bien había disminuido
fuertemente, últimamente ha vuelto a aumentar.
Sus cantidades cada vez mayores generaron a mediados
del siglo XX una acelerada migración del campo, pueblos y pequeñas ciudades a
las más grandes, a las que la gente vino en busca de trabajo, seguridad, educación,
recreación y libertad, con el resultado de que, al contrario de hace medio
siglo, ya casi el 80% vivimos en ellas, y el 17% en la capital. Pero no sabemos
vivir juntos, nadie nos lo ha enseñado ni hemos tenido suficiente tiempo para
aprender solos; olvidamos los comportamientos del campesino, que solo está con
los demás en el mercado, las celebraciones y las mingas, pero no adquirimos los
del ciudadano sino los violentos de los suburbios marginados. No respetamos el
derecho de los otros, nos abrimos paso como podamos pero no hacemos caminos al
andar sino que destruimos las calles que nos encontramos, hacemos lo que nos
viene en gana cuando nos viene en gana. Carecemos de educación ciudadana.
Bogotá ha demostrado
que eso puede cambiar pero no será completamente mientras sigan sin resolver
los problemas sociales y económicos, como lo demuestra, por ejemplo, el
incremento reciente del vandalismo allá. Además las inercias culturales son
tenaces, y la nuestra es una cultura no solo de mestizos sino híbrida, como lo
ha anotado Néstor García Canclini (Culturas híbridas / Estrategias para entrar
y salir de la modernidad), en la que el afán de modernidad de la clase
dirigente la llevó a recurrir al perverso y sumario procedimiento de que si no
podíamos ser sufientemente modernos al menos había que arrasar con lo
tradicional. Su principal blanco fue, entonces, el escenario de la cultura: la
ciudad; con todo lo que la desaparición del patrimonio urbano y arquitectónico
implica para la convivencia al eliminar la identidad de las distintas
generaciones entre sí y con sus calles, barrios o poblaciones.
Este
tema crucial, el del espacio público, además de otros relacionados con él como
la educación, la seguridad y los medios de comunicación, fue tratado por un
grupo grande de caleños auspiciado por la Escuela de Comunicación Social de la
Universidad del Valle, la Secretaría de Gobierno y los medios de comunicación.
Fue solo un inicio y por tanto sus conclusiones necesariamente tienden ha ser
incompletas y no suficientemente elaboradas, y preocupa que esos caleños
preocupados por su ciudad, aunque comienzan a hablar, permanecen ciegos y
sordos: ni una palabra sobre su ruido creciente y embrutecedor -al menos en lo
que salió en el periódico- y lo que proponen para sus parques es como si nunca
hubieran visto la lobería, mal gusto y torpeza de las intervenciones que se han
hecho en el espacio público desde los Juegos Panamericanos; algo de memoria
también les hace falta.
Pero pusieron
nuevamente a gentes comunes a hablar de su ciudad (en el pasado hubo otros
intentos en esta dirección), iniciativa indispensable y complementaria de los
foros de especialistas y lideres que se han hecho, ya que estos eventos solo
servirán cuando se vuelvan permanentes y abiertos y en eso los medios de
comunicación juegan un papel vital, pues no se trata apenas de reuniones y
agendas (y buena voluntad) sino que hay conformar una cultura ciudadana amplia
y crítica que se exprese polémicamente en los periódicos, la radio y la TV; y
sobre todo en la acertada elección de alcaldes y concejales. La Agenda
Ciudadana que le proponen a la Administración Municipal, mas que guía para este
gobierno y los siguientes, como pretenden (eso es trabajo de los funcionarios y
no de sus electores), sí puede ser, completada desde luego, una plataforma para
la escogencia del próximo alcalde; Cali lo necesita urgentemente.
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