Después de varios intentos de Carlos
Jiménez y otros, al fin hay una polémica alrededor del festival internacional
de arte de Cali, que como tantas otras cosas en esta ciudad esta en mora de ser
revaluado o por lo menos de que se discuta esa posibilidad. Lamentablemente
aquí somos tan complacientes que pocos parecen darse cuenta de la necesidad de
la critica para salir de la mediocridad o nada menos que para mejorar. Hay que
recordarles que siempre es positiva pues como lo saben los científicos permite
acercarse a la explicación de las cosas, impide la repetición o arbitrariedad
de los artistas y le facilita al publico entender el arte.
Inicialmente
el festival era una popular y animada celebración de todas las artes. Hoy
prefieren privilegiar la literatura y sin embargo los escritores y poetas
locales se sienten excluidos. El premio mas parece un evento social manejado al
antojo de sus organizadores, como si fuera de ellos, con la peregrina idea de
que su prestigio radica en la cantidad de dinero que comporta y en la presencia
física del premiado y no en la importancia real nacional e internacional del
evento. También se ha argumentado con toda la razón que esos fondos podrían
tener un mejor uso para la cultura en Cali.
Pero
es preocupante que desde el inicio del festival lo que hoy mas importa en las
ciudades de todo el mundo, que son tales, cual es su calidad urbana y
arquitectónica, nunca haya sido considerado por sus organizadores o sus
críticos (con la excepción de Jiménez) pues siguen siendo ciegos a la suya,
como lo son esos caleños que piensan que
una persona que no puede ver la abrumadora y creciente feura de su ciudad pueda
ser su alcalde. Cosa por supuesto entendible en esta república de
presidentes-poetas, como dice Malcom Deas (Del poder y la gramática…), pues
solo hasta hace poco la critica, precisamente, nos ha permitido ver su
inconveniencia y fracaso.
No
es curioso, entonces, que unos ciudadanos que se oponen a la reelección de sus
funcionarios públicos con la perversa idea de que ya que todos roban que lo
hagan por turnos, prefieran por lo contrario, y por que en el fondo la cultura
no les importa, que se eternicen las mujeres que la manejan, pues no es
casualidad que en esta sociedad tan machista lo sean casi siempre. Otra cosa,
desde luego, es que muchas de ellas hayan dado la talla. Pero se las mantiene
en sus cargos no por buenas sino por que aparte de que la cultura casi no mueve
contratos, para la mayoría de nuestros incultos políticos eso es asunto de
señoras y gays igual que el fútbol lo es de hombres.
Bienvenido
pues el debate. Que se pronuncien los candidatos a la alcaldía. Evaluemos cómo
se financia y maneja este certamen público para que lo sea mas y con oportunidades
para otros enfoques y personas; para otras artes. Sobre todo para la ciudad
como esa obra de arte colectivo que a juicio de Lewis Mumford (La Cultura de
las Ciudades ) es con la lengua la mayor creación del hombre. Al arte de la
ciudad se suma la arquitectura, la escultura, la pintura, el diseño y las
artesanías. En ellas se desarrollan la novela, el teatro, la poesía y el
ensayo, la música, la opera y la danza; el cine, el circo, los espectáculos y
los deportes; la ciencia, la filosofía y
las religiones y magias. Y, claro esta, los festivales de verdad en ciudades de
verdad.
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