Rogelio Salmona (París 1927), nuestro
mejor arquitecto, ha sido dos veces finalista del Premio Mies van der Rohe de
Latinoamérica, cinco veces premiado en las Bienales de Arquitectura Colombiana;
Premio Taller de América, Medalla al Mérito Cultural, Premio de la Fundación
Príncipe Clauss de Holanda y Premio de la II Bienal Iberoamericana de
Arquitectura e Ingeniería Civil.
Mitad español y
francés, entró niño al Liceo Francés de Bogotá. Sus profesores europeos lo
interesaron por el arte y en 1947 ingresó a la Facultad de Arquitectura de la
Universidad Nacional, tomando teoría con el arquitecto alemán Leopoldo Rother.
Allí conoció a Le Corbusier, el gran arquitecto suizo-francés, cuando vino para
el Plan Director de Bogotá, y al irse a París, a consecuencia del 9 de abril de
1948, trabajó para él varios años al tiempo que seguía sociología del arte con
Pierre Francastel. En 1953 viajó por el sur de Francia, España y norte de África, y finalmente estuvo unos
meses con el arquitecto Jean Prouvé.
A su regreso, en
1958, dio clases de historia y luego de diseño en la Universidad de los Andes,
en donde validó su titulo después de ejercer algunos años y de realizar con
Guillermo Bermúdez su primera gran obra: los Apartamentos del Polo. Seguirán
Las Torres del Parque, la más importante, la Casa de Huéspedes Ilustres, en
Cartagena, en la que el recuerdo de Granada se hace por primera vez evidente, y
que le da fama internacional; el Museo Quimbaya en Armenia, la mas difícil, el
Archivo General de la Nación, la mas bella, y la Biblioteca Virgilio Barco, la
mas alabada. En Cali queda por ahora el Edificio Marulanda, del inicio de su
carrera, y el de la FES, hoy Centro Cultural de Cali (con P. Mejía, J. Vélez y
R. H. Ortiz) que pese a su discutible ladrillo es el mejor de los últimos años
en la ciudad. Su ya vasta obra comenzó con el elogio a un proyecto de 1959 de
Fernando Martínez y termino por cambiar la buena arquitectura en Colombia. Desafortunadamente
muchos arquitectos del país no han asumido su constante preocupación por la
ciudad, las tradiciones edilicias y la ética profesional, sino apenas imitado
su ladrillo aparente, el que en algunas manos torpes se volvió oportunista,
repetitivo o arbitrario.
El empleo crítico de
formas, técnicas y usos tradicionales ha permitido a algunos arquitectos del
llamado Tercer Mundo construir alternativas autónomas utilizando materiales
propios y tecnologías posibles, que reconocen y valorizan el patrimonio
construido, consideran el clima y califican el paisaje. Sus formas y
significados le encuentran nuevas expresiones a la tradición o la reinterpretan
poéticamente para hacerla partícipe de nuevas situaciones. Es la búsqueda de
Salmona y de Luis Barragán en México, Hassan Fathy en Egipto, Sir Geoffrey Bawa
en Sri Lanka, Charles Correa y Raj Rewal en la India, Sedad Eldem en Turquía y
otros en Marruecos, Corea, Singapore, Indonesia y también, por supuesto, en
Hispanoamérica.
Cuando la Escuela de
Arquitectura de la Universidad del Valle lo propuso hace unos años para un
Doctorado Honoris Causa preguntaron en el Consejo Académico quien era y qué
había hecho por la comarca. Poco después la Universidad Nacional se lo otorgó y
hoy recibe la Medalla Alvar Aalto de la Asociación Finlandesa de Arquitectos lo
que lo acerca al Premio Imperial del Japón y al Pritzker.
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