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Salmona. 07.08.2003


Rogelio Salmona (París 1927), nuestro mejor arquitecto, ha sido dos veces finalista del Premio Mies van der Rohe de Latinoamérica, cinco veces premiado en las Bienales de Arquitectura Colombiana; Premio Taller de América, Medalla al Mérito Cultural, Premio de la Fundación Príncipe Clauss de Holanda y Premio de la II Bienal Iberoamericana de Arquitectura e Ingeniería Civil.
Mitad español y francés, entró niño al Liceo Francés de Bogotá. Sus profesores europeos lo interesaron por el arte y en 1947 ingresó a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional, tomando teoría con el arquitecto alemán Leopoldo Rother. Allí conoció a Le Corbusier, el gran arquitecto suizo-francés, cuando vino para el Plan Director de Bogotá, y al irse a París, a consecuencia del 9 de abril de 1948, trabajó para él varios años al tiempo que seguía sociología del arte con Pierre Francastel. En 1953 viajó por el sur de Francia, España y  norte de África, y finalmente estuvo unos meses con el arquitecto Jean Prouvé.
A su regreso, en 1958, dio clases de historia y luego de diseño en la Universidad de los Andes, en donde validó su titulo después de ejercer algunos años y de realizar con Guillermo Bermúdez su primera gran obra: los Apartamentos del Polo. Seguirán Las Torres del Parque, la más importante, la Casa de Huéspedes Ilustres, en Cartagena, en la que el recuerdo de Granada se hace por primera vez evidente, y que le da fama internacional; el Museo Quimbaya en Armenia, la mas difícil, el Archivo General de la Nación, la mas bella, y la Biblioteca Virgilio Barco, la mas alabada. En Cali queda por ahora el Edificio Marulanda, del inicio de su carrera, y el de la FES, hoy Centro Cultural de Cali (con P. Mejía, J. Vélez y R. H. Ortiz) que pese a su discutible ladrillo es el mejor de los últimos años en la ciudad. Su ya vasta obra comenzó con el elogio a un proyecto de 1959 de Fernando Martínez y termino por cambiar la buena arquitectura en Colombia. Desafortunadamente muchos arquitectos del país no han asumido su constante preocupación por la ciudad, las tradiciones edilicias y la ética profesional, sino apenas imitado su ladrillo aparente, el que en algunas manos torpes se volvió oportunista, repetitivo o arbitrario.
El empleo crítico de formas, técnicas y usos tradicionales ha permitido a algunos arquitectos del llamado Tercer Mundo construir alternativas autónomas utilizando materiales propios y tecnologías posibles, que reconocen y valorizan el patrimonio construido, consideran el clima y califican el paisaje. Sus formas y significados le encuentran nuevas expresiones a la tradición o la reinterpretan poéticamente para hacerla partí­cipe de nuevas situaciones. Es la búsqueda de Salmona y de Luis Barragán en México, Hassan Fathy en Egipto, Sir Geoffrey Bawa en Sri Lanka, Charles Correa y Raj Rewal en la India, Sedad Eldem en Turquía y otros en Marruecos, Corea, Singapore, Indonesia y también, por supuesto, en Hispanoamérica.
Cuando la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Valle lo propuso hace unos años para un Doctorado Honoris Causa preguntaron en el Consejo Académico quien era y qué había hecho por la comarca. Poco después la Universidad Nacional se lo otorgó y hoy recibe la Medalla Alvar Aalto de la Asociación Finlandesa de Arquitectos lo que lo acerca al Premio Imperial del Japón y al Pritzker.


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