Mientras que en París o Quito,
recientemente en Bogotá, o incluso hace
años en Manizales, se eliminan carriles de carros para ampliar los andenes, en
Cali se amplían aún mas las avenidas de calzadas dobles con las que a mala hora
se sitiaron y cruzaron sus cascos tradicionales y, lo que es peor, se procura
disponer todos sus carriles en el mismo sentido de circulación. ¿Cuando
abandonaremos ese horripilante modelo norteamericano de autopistas en medio de
las ciudades, carros inútilmente potentes e innecesariamente grandes, enormes
pero insulsos malls y casas unifamiliares pegadas unas a otras en esos
suburbios sin plazas ni calles ni gentes, que tanto daño le ha hecho a esa
bella y potente tradición hispanoamericana tan antigua aquí como nuestra común
lengua y cultura que es la ciudad occidental hoy ya varias veces milenaria?
Desafortunadamente
también desde el inicio estamos inmersos en la mentira, como dijo Octavio Paz
en "El laberinto de la soledad", en donde escribió tantas verdades,
pero hay que luchar contra sus muchas manifestaciones, como además lo reclamó,
denunciando sus nefastas consecuencias. Como esa que es decir sin soportes
técnicos, ni urbanos, que en nuestras ciudades las congestiones de trafico se
solucionan ampliando sus calles a costa de su calidad espacial y de los
peatones es en verdad una solución, mientras olímpicamente se dejan de lado los
daños irreversibles causados así a sus centros históricos y de contera a las
ciudades pues casi siempre ellos son lo único que queda de las verdaderas
ciudades que fueron.
Se
ignora que los ciudadanos además de peatones son votantes y contribuyentes,
retrasando el logro de una democracia real con todos los problemas que eso
implica: al no poder exigir con la zanahoria del voto en la mano, los
ciudadanos también usan el garrote de la violencia cuando ya no aguantan más. O
se idiotizan: cuando manejan carros se olvidan de que una vez desciendan de
ellos se convierten en peatones. O se degradan: la gran mayoría, que carece de
carro, pobres tambien de espíritu, acepta caminar por las calzadas pues los
andenes están ocupados por los carros. Uno de los más importantes aportes de
los británicos a la construcción de la democracia en Occidente fue el concepto
de que el que paga impuestos al estado elige sus gobernantes. Desgraciadamente
los colombianos que son tan vivos prefieren no pagar ni elegir, pese a que lo
pueden hacer sin pagar, pasando por alto así que son gobernados por
politiqueros clientelistas que se roban todo y son elegidos por una minoría
amarrada.
La
ciudad premoderna era para los peatones; la moderna pretendió resolver el
conflicto entre estos y los carros, que invadieron todo, mediante enredados e
incompletos cruces a varios niveles que a su vez todo lo invaden. Desde hace
varias décadas, sobre todo en Europa, las ciudades posmodernas recuperan las
calles para los peatones resolviendo los parqueaderos, los nudos del transito
vehicular y el transporte masivo en su subsuelo. Hace rato se puede comprobar
que las aceras amplias y arborizadas son civilizadoras. Paradójicamente la
calidad urbana de nuestras viejas calles no solo es muy económica sino que está
allí. Fue un crimen desperdiciarla, degradándola, para buscar la imagen de lo
moderno que no su realidad. Es precisamente esta necesidad de obtener una
imagen moderna la principal responsable de la destrucción del patrimonio
construido en las ciudades hispanoamericanas en trance de una modernización que
no es la suya a lo largo de ese tan cacareado pero ya viejo siglo XX. Es imperativo
persuadir a los ciudadanos de no hipotecar la calidad de sus vidas a una
sociedad de consumo que vende sus falsas ilusiones por una televisión que
además idiotiza y unas vallas que engañan. Tal vez lo urgente ahora no es ser
modernos sino simplemente ser urbanos.
Ya
en la década de 1960 el famoso antropólogo norteamericano Edward T. Hall
afirmaba en La dimensión oculta tener la
sensación de que el automóvil está en guerra con la ciudad y posiblemente con
la humanidad misma. En Cali la ganó rápidamente y de paso medio acabo con el
campo de combate: el centro antiguo de la ciudad. Afortunadamente fue una
victoria pírrica.
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