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¡El carro o la vida!. 07.06.2001


Mientras que en París o Quito, recientemente  en Bogotá, o incluso hace años en Manizales, se eliminan carriles de carros para ampliar los andenes, en Cali se amplían aún mas las avenidas de calzadas dobles con las que a mala hora se sitiaron y cruzaron sus cascos tradicionales y, lo que es peor, se procura disponer todos sus carriles en el mismo sentido de circulación. ¿Cuando abandonaremos ese horripilante modelo norteamericano de autopistas en medio de las ciudades, carros inútilmente potentes e innecesariamente grandes, enormes pero insulsos malls y casas unifamiliares pegadas unas a otras en esos suburbios sin plazas ni calles ni gentes, que tanto daño le ha hecho a esa bella y potente tradición hispanoamericana tan antigua aquí como nuestra común lengua y cultura que es la ciudad occidental hoy ya varias veces milenaria?
          Desafortunadamente también desde el inicio estamos inmersos en la mentira, como dijo Octavio Paz en "El laberinto de la soledad", en donde escribió tantas verdades, pero hay que luchar contra sus muchas manifestaciones, como además lo reclamó, denunciando sus nefastas consecuencias. Como esa que es decir sin soportes técnicos, ni urbanos, que en nuestras ciudades las congestiones de trafico se solucionan ampliando sus calles a costa de su calidad espacial y de los peatones es en verdad una solución, mientras olímpicamente se dejan de lado los daños irreversibles causados así a sus centros históricos y de contera a las ciudades pues casi siempre ellos son lo único que queda de las verdaderas ciudades que fueron.
          Se ignora que los ciudadanos además de peatones son votantes y contribuyentes, retrasando el logro de una democracia real con todos los problemas que eso implica: al no poder exigir con la zanahoria del voto en la mano, los ciudadanos también usan el garrote de la violencia cuando ya no aguantan más. O se idiotizan: cuando manejan carros se olvidan de que una vez desciendan de ellos se convierten en peatones. O se degradan: la gran mayoría, que carece de carro, pobres tambien de espíritu, acepta caminar por las calzadas pues los andenes están ocupados por los carros. Uno de los más importantes aportes de los británicos a la construcción de la democracia en Occidente fue el concepto de que el que paga impuestos al estado elige sus gobernantes. Desgraciadamente los colombianos que son tan vivos prefieren no pagar ni elegir, pese a que lo pueden hacer sin pagar, pasando por alto así que son gobernados por politiqueros clientelistas que se roban todo y son elegidos por una minoría amarrada.
          La ciudad premoderna era para los peatones; la moderna pretendió resolver el conflicto entre estos y los carros, que invadieron todo, mediante enredados e incompletos cruces a varios niveles que a su vez todo lo invaden. Desde hace varias décadas, sobre todo en Europa, las ciudades posmodernas recuperan las calles para los peatones resolviendo los parqueaderos, los nudos del transito vehicular y el transporte masivo en su subsuelo. Hace rato se puede comprobar que las aceras amplias y arborizadas son civilizadoras. Paradójicamente la calidad urbana de nuestras viejas calles no solo es muy económica sino que está allí. Fue un crimen desperdiciarla, degradándola, para buscar la imagen de lo moderno que no su realidad. Es precisamente esta necesidad de obtener una imagen moderna la principal responsable de la destrucción del patrimonio construido en las ciudades hispanoamericanas en trance de una modernización que no es la suya a lo largo de ese tan cacareado pero ya viejo siglo XX. Es imperativo persuadir a los ciudadanos de no hipotecar la calidad de sus vidas a una sociedad de consumo que vende sus falsas ilusiones por una televisión que además idiotiza y unas vallas que engañan. Tal vez lo urgente ahora no es ser modernos sino simplemente ser urbanos.
          Ya en la década de 1960 el famoso antropólogo norteamericano Edward T. Hall afirmaba en La dimensión oculta  tener la sensación de que el automóvil está en guerra con la ciudad y posiblemente con la humanidad misma. En Cali la ganó rápidamente y de paso medio acabo con el campo de combate: el centro antiguo de la ciudad. Afortunadamente fue una victoria pírrica.


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