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Torres & "torres". 21.06.2001


Desde los zigurats mesopotámicos, como el Templo Blanco en Uruk (o Warka) levantado aproximadamente en 3000 a.C., las torres se levantaron para buscar a Dios o tal vez solo señalarlo. Después, como en San Giminiano, Bolonia o Siena, para mostrarle al mundo el poder de los poderosos: la Torre del Mangia, de 102 m, la más alta de la Italia medioeval, fue construida a partir de 1288 para que, símbolo del Palazzo Pubblico, sobrepasara a las del palacio Ducal y la catedral, situadas en las pequeñas colinas que rodean el Campo, plaza principal de Siena. Mas tarde las torres se construyeron para llamar a los fieles desde lo alto, como el célebre campanario inclinado del Campo de los Milagros de Pisa terminado en 1350, o la Giralda de Sevilla, primero como el alminar de 50 m de altura de la mezquita aljama, iniciado en 1184  por Ahmad ibn Baso y terminado en 1195 por Alí de Gomara, y luego, y más alto aún, como el campanario barroco de la enorme catedral gótica de la ciudad, añadido por los cristianos entre 1520 y 1568. También están las torres (muchas sin terminar) y esbeltas flechas (que con frecuencia se cayeron) como la de Amiens, 1220-1270, cuyo arquitecto fue presumiblemente el hijo de Thomas de Cormont, Regnault, levantadas para complementar las altísimas naves de las muchas catedrales góticas construidas a lo ancho de Europa entre los siglos XII y XVI para que, en palabras de Christian Norberg-Schulz, Dios se acercara al hombre. Pero hoy, los edificios innecesariamente altos solo se explican, como la Torre de Babel, por la soberbia y la codicia.
          Solo son altos para llamarlos torres, como esa insípida pero presuntuosamente llamada "Torre de Cali", construida en la "ola" de los Juegos Panamericanos, cuyos 45 pisos le hicieron exclamar al famoso arquitecto suizo Mario Botta  "¿pero por qué?" y que lo único que ha logrado es poner en dificultades económicas a sus promotores y ser blanco fácil del terrorismo; tal fue su despropósito que pasó de lujosos apartamentos que nunca estuvieron todos ocupados a incomodas oficinas y luego a un hotel pomposo coronado vergonzosamente con la mitad de las antenas de la ciudad y cubierto con unas vallas cuya necedad fue tanta que fueron retiradas.
          El boom de la construcción de los últimas décadas en Cali para lavar dineros del narcotráfico no solo dejó degradación sino también más innecesarios edificios altos, muchos hoy vacíos, con sus feas culatas o estrechos en sus limitados predios cuando pretenden ser exentos. Incluso, en el pico del contubernio del narcotráfico con la arquitectura, se llegó a pensar en dos torres gemelas de 50 pisos en el sur de la ciudad. Se optó por los edificios altos no obstante su elevado costo y los muchos pro­blemas técnicos y de seguridad que presentan. El desarrollo tecnológico actual de la construcción en el mundo, ha sido usado entre nosotros más para levantar estas absurdas "torres" de oficinas o, peor aun, de vivienda, que para mejorar la arquitectura común de los barrios tradicionales. A partir de mediados del XX los cascos históricos  de las ciudades colombianas se destruyeron con edificios altos pero que no variaron significativamente sus bajas densidades.
          Tan altos como los muy escasos y discutibles edificios altos de las ciudades europeas. Como Torres Blancas, de 1961-68, sorprendente obra de Francisco Saenz de Oiza a las afueras de Madrid; o la famosísima Torre Velasca de Ernesto Rogers de 1958, o la muy correcta Torre Pirelli de Gio Ponti y Pier Luigi Nervi de 1956-68, ambas en Milán, o el Lloyds de Londres, de 1978-84, de Sir Richard Rogers. Incluso tan altos como la anodina Tour de Montparnase o las muchas y tontas de La Dèfense, iniciativa del General De Gaulle para salvar a París de su "manhattanización", pero en donde solo se salva el acertadísimo Arche de la Dèfense de Johan Otto von Sprechelsen levantado en 1989 precisamente para organizar su desastrosa forma urbana. Solo hace cuatro años se terminó el Commerzbank de Sir Norman Foster en Francfort, el más alto de Europa, con 53 pisos, es decir apenas ocho más que la Torre de Cali, que por supuesto no cuenta con los ingeniosos jardines en altura del edificio alemán.

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