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Los semáforos. 14.06.2001


Este antiguo invento regula la velocidad del transito y permite que los automóviles puedan cruzar en orden las esquinas. Y que los peatones también lo puedan hacer. Aquí se olvidaron de este pequeño detalle y hace años vienen eliminándolos para que la circulación sea más fluida. Esto ha llevado a que las vías sean más rápidas y muchas se han vuelto muy difíciles y peligrosas de cruzar. Entonces las juntas de vecinos hacen poner "policías acostados" para reducir su velocidad con el resultado de que los peatones siguen cruzando como puedan por cualquier parte pues estos sorpresivos obstáculos lo único que logran, pues poco se ponen avisos anunciándolos, es causar muchas frenadas y algún choque. En realidad, en Cali no hay un solo semáforo peatonal, es decir, que detenga todos los carros para que los peatones crucen en todas las direcciones. En el centro de la ciudad habría que circular haciendo demoradísimos y complicados recorridos en zig zag que con toda razón nadie hace. Por otra parte, los puentes peatonales, cuando existen, no sirven casi para nada. Por ejemplo a lo largo de toda la 5» solo hay ocho, lo que quiere decir que en muchos casos habría que desplazarse varias cuadras para encontrar uno y rehacer el camino en sentido contrario, además de subir y bajar dos pisos, cosa que por supuesto tampoco nadie hace, con toda razón.
          El infierno son los demás, sentenció Jean Paul Sartre en A puerta cerrada. Aquí son los demás en los semáforos que quedan, por supuesto cada vez mas congestionados. Allí ya no se ofrecen mercados y mercancía sin fin sino que se obliga a adquirirlas. Vendedores, limpiadores de vidrios y mendigos profesionales y de verdad asaltan prácticamente los carros. No ha cambiado la luz cuando ya los de atrás pitan con rabia y cada vez hay que tomar decisiones ad hoc. Las motos, llevándose por delante los retrovisores, o casi, atruenan con sus escapes sin silenciadores o rotos, cuando no son los ruidosos pitos y frenos de aire de buses y camiones o el abusivo escándalo de los que necesitan mostrarles a los demás sus potentes equipos de sonido como muestra de su pobre riqueza. Ambulancias sin herido pero con sirena. Bicicletas que aparecen repentinamente y en silencio de los lugares menos previstos y circulando en las direcciones más insólitas. Temerarios peatones brotan y corren por todas partes como si nunca hubieran estado en una ciudad. Los mirones aprovechan para espiar los carros vecinos. Los asaltantes para asaltar. Vehículos que circulan sin luces, sin stops y sin direccionales. Y si hay un policía lo más probable es que se esté pasando el semáforo en rojo. Siempre alguien lo hace  en todas partes y a cualquier hora..
          Cada vez es más difícil manejar y caminar en Cali pues, al contrario de las ciudades de verdad, el "desarrollo" aquí es retirar un semáforo y no poner uno nuevo. Lo razonable, lo sencillo, lo económico, lo eficiente se desprecia: no es propicio al serrucho y no se puede inaugurar. ¿Será Colombia una espiral descendente, como suele decir el arquitecto Álvaro Thomas? ¿Cuándo un candidato a la alcaldía ha propuesto poner semáforos? Cali los necesita sincronizados, correctamente ubicados, con repetidores, individualizados para cada carril, bien mantenidos y, por supuesto, acompañados por la enseñanza permanente y durante varios años de su uso y sus incuestionables ventajas. Hay que comenzar por allí para lograr lo que en otras ciudades latinoamericanas se ha alcanzado mediante largas políticas de cero tolerancia. En Chihuahua, en México, por ejemplo, casi no hay semáforos y no existen puentes peatonales pero los peatones (que no son muchos es verdad pero en cambio si los carros) sólo cruzan por las esquinas y los pasos peatonales son respetados por los conductores como en cualquier país anglosajón. Nadie pita y son rarísimos los frenazos. Hay del que atropelle a un peatón en un paso peatonal y hay del peatón que ocasione un accidente cruzando la calle indebidamente. El beneficio social y económico de este tipo de medidas es enorme  y Mockus y Peñalosa en Bogotá demostraron que en seis años es mucho lo que la mayoría de la gente puede aprender.


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