Este país dejo ya de ser campesino pero
no alcanzó a tener ciudades cuando ya las estábamos destruyendo a partir de una
concepción ingenua e ignorante de la modernidad. Su imposición, mas ideológica
que real, deterioró rápidamente sus centros históricos y muchos pueblos. El
paradigma era un nuevo diseño totalizador, que metía en un mismo saco
conceptual la arquitectura, el urbanismo y las artes, entendido como una
técnica moderna que permitía nada menos que la aplicación de la ciencia a todo
incluyendo la vida social y espiritual del hombre. Ya es tiempo de que la
enseñanza de la arquitectura y el urbanismo, y su práctica, vuelvan ha ser
cruciales para ciudades y ciudadanos pues su total fracaso es evidente desde
hace años, debido al empobrecimiento de la arquitectura y la ciudad causados
por el uso acrítico y trivial de los paradigmas de la arquitectura moderna, al
tiempo que se olvidaban sus mejores enseñanzas y se usaba su gran desarrollo
tecnológico solo para levantar codiciosas "torres" y satisfacer
caprichos de arquitectos mediocres y no para mejorar e innovar la arquitectura
común de las ciudades.
Hacia
principios del siglo XX aquí se comenzó a cambiar la construcción tradicional
por una arquitectura que era moderna en sus técnicas y funciones pero
historicista en sus formas, y que sustituyó con sus edificios altos las viejas
casas de los centros de las ciudades. Para 1930 llegó el primer modernismo,
cargado de influencias Art deco, y simultáneamente se siguió la última moda
proveniente de unos Estados Unidos vencedores en la II Guerra Mundial: el
Spanish de la costa oeste y la Florida
que se conocería como español californiano y coincidiría con el neocolonial
impulsado desde la Exposición Iberoamericana de Sevilla, de 1929. Cali, Bogotá
y Medellín contrataron urbanistas extranjeros dando inicio a la planificación
de unas ciudades que ya no obedecían a una concepción urbano-arquitectónica
implícita y colectiva como lo habían hecho desde la colonia. Ideas asociadas a lo "moderno"
fueron superpuestas a nuestras ciudades tradicionales (al contrario de Europa
donde en general solo tuvieron cabida en los suburbios) y sus promotores
lograron hacerlas identificar con el "progreso" para legitimar sus
intereses puramente comerciales.
Esta
ideología es responsable de la destrucción -de otra manera incomprensible- de
buena parte del patrimonio urbano y arquitectónico del país. Las calles para
peatones se ampliaron transformándolas en vías para carros y destruyendo el
tejido anterior. Sus paramentos corridos se abandonaron, deformando su
espacialidad, y las alturas se dispararon eliminando la importancia y belleza
que tuvieron cúpulas y torres y generando enormes y feas "culatas"
que hoy se cubren abusivamente con vallas publicitarias. Las fachadas urbanas
fueron reemplazadas por volumetrías insulsas e individualistas. La zonificación
y la estratificación eliminaron la convivencia culta y pacífica de gentes,
actividades y animaciones, propias de las ciudades. Para rematar, al finalizar
el siglo un pretendido postmodernismo financiado por el narcotráfico llenó
nuestras ciudades con los peores edificios que se han hecho en el país.
Hace
años que en otras partes se abrió camino una alternativa que propone la
recuperación del espacio público, el patrimonio, el lugar, lo regional y la
memoria colectiva, y que recobró sentido y preeminencia el que la arquitectura
vuelva ha ser "el arte de construir", en el sentido de volver a
levantar la morada del hombre, y no solo su hábitat, atendiendo sus necesidades
físicas como sus símbolos, esperanzas y nostalgias. Hay que recuperar nuestra
arquitectura como un quehacer histórico que debe volver a las artes, dialogar
con la música, la danza y el teatro y compartir experiencias con el diseño, la
pintura y la escultura. Pero no sólo hace falta verdaderas historia y estética
sino también ética y una formación técnica pertinente a la función y que
conduzca a la forma. El ejercicio de cualquier arte exige el dominio de su
propia técnica, y la de la arquitectura es justamente multiplicar creativamente
técnica, función y forma, entre si y con los problemas de su implantación: es
decir, los de la construcción poco a poco de la ciudad. En nuestro caso, los de
la urgente recuperación de su urbanidad perdida.
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