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La arquitectura y las artes. 01.06.2001


Este país dejo ya de ser campesino pero no alcanzó a tener ciudades cuando ya las estábamos destruyendo a partir de una concepción ingenua e ignorante de la modernidad. Su imposición, mas ideológica que real, deterioró rápidamente sus centros históricos y muchos pueblos. El paradigma era un nuevo diseño totalizador, que metía en un mismo saco conceptual la arquitectura, el urbanismo y las artes, entendido como una técnica moderna que permitía nada menos que la aplicación de la ciencia a todo incluyendo la vida social y espiritual del hombre. Ya es tiempo de que la enseñanza de la arquitectura y el urbanismo, y su práctica, vuelvan ha ser cruciales para ciudades y ciudadanos pues su total fracaso es evidente desde hace años, debido al empobrecimiento de la arquitectura y la ciudad causados por el uso acrítico y trivial de los paradigmas de la arquitectura moderna, al tiempo que se olvidaban sus mejores enseñanzas y se usaba su gran desarrollo tecnológico solo para levantar codiciosas "torres" y satisfacer caprichos de arquitectos mediocres y no para mejorar e innovar la arquitectura común de las ciudades.
          Hacia principios del siglo XX aquí se comenzó a cambiar la construcción tradicional por una arquitectura que era moderna en sus técnicas y funciones pero historicista en sus formas, y que sustituyó con sus edifi­cios altos las viejas casas de los centros de las ciudades. Para 1930 llegó el primer mo­dernismo, cargado de in­fluen­cias Art deco, y simultáneamente se siguió la última moda proveniente de unos Esta­dos Unidos vencedores en la II Guerra Mundial: el Spanish  de la costa oeste y la Florida que se conocería como español califor­niano y coincidiría con el neocolonial impulsado desde la Exposición Iberoamericana de Sevilla, de 1929. Cali, Bogotá y Medellín contrataron urbanistas extranjeros dando inicio a la planificación de unas ciudades que ya no obedecían a una concep­ción urbano-arquitectónica implícita y colectiva como lo habían hecho desde la colonia.  Ideas asociadas a lo "moderno" fueron superpuestas a nuestras ciudades tradicionales (al contrario de Europa donde en general solo tuvieron cabida en los suburbios) y sus promotores lograron hacerlas identificar con el "progreso" para legitimar sus intereses puramente comerciales.
          Esta ideología es responsable de la destrucción -de otra manera incomprensible- de buena parte del patrimonio urbano y arquitectónico del país. Las calles para peatones se ampliaron transformándolas en vías para carros y destruyendo el tejido anterior. Sus paramentos corridos se abandonaron, deformando su espacialidad, y las alturas se dispararon eliminando la importancia y belleza que tuvieron cúpulas y to­rres y generando enormes y feas "culatas" que hoy se cubren abusivamente con vallas publicitarias. Las fachadas urbanas fueron reemplazadas por volumetrías insulsas e individualistas. La zonificación y la estratificación eliminaron la convivencia culta y pacífica de gentes, actividades y animaciones, propias de las ciudades. Para rematar, al finalizar el siglo un pretendido postmodernismo financiado por el narcotráfico llenó nuestras ciudades con los peores edificios que se han hecho en el país.
          Hace años que en otras partes se abrió camino una alternativa que propone la recuperación del espacio público, el patrimonio, el lugar, lo regional y la memoria colectiva, y que recobró sentido y preeminencia el que la arquitectura vuelva ha ser "el arte de construir", en el sentido de volver a levantar la morada del hombre, y no solo su hábitat, atendiendo sus necesidades físicas como sus símbolos, esperanzas y nostalgias. Hay que recuperar nuestra arquitectura como un quehacer histórico que debe volver a las artes, dialogar con la música, la danza y el teatro y compartir experiencias con el diseño, la pintura y la escultura. Pero no sólo hace falta verdaderas historia y estética sino también ética y una formación técnica pertinente a la función y que conduzca a la forma. El ejercicio de cualquier arte exige el dominio de su propia técnica, y la de la arquitectura es justamente multiplicar creativamente técnica, función y forma, entre si y con los problemas de su implantación: es decir, los de la construcción poco a poco de la ciudad. En nuestro caso, los de la urgente recuperación de su urbanidad perdida.


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