Sin duda debemos estar agradecidos y
mucho por los árboles que ella sembró y cuidó con pasión en La Recta, entre
Cali y Palmira, principalmente en el separador pero tambien a los lados, a lo
largo de muchos años. Fue una tarea ardua pues la banca de la carretera no era
el mejor suelo para ellos y no contó casi con ayuda; por lo contrario, una vez
hasta la asaltaron. Pero lamentablemente no se asesoró con expertos en
autopistas (a lo mejor ni siquiera los había en esa época aquí) o simplemente
con conocedores del tema, y se empeñó en sembrarlos muy cerca de los bordes de
las calzadas aunque del entonces Ministerio de Obras Públicas le advirtieron su
inconveniencia cuando todavía era oportuno. Paradójicamente la tenacidad que le
permitió sembrarlos le impidió hacerlo debidamente.
Cuando
los árboles crecieron comenzaron a afectar la base de la carretera y a ser
golpeadas sus ramas repetidamente por los camiones dañándolos y ocasionando
accidentes cuando la lluvia descuelga aun mas las ramas. Muy complicados de
podar sin interrumpir parcialmente el transito, poco a poco los golpes fueron
formando un “túnel” verde cada vez mas cerrado y monótono que angosta el
espacio de las calzadas y las llena de sombras pequeñas y seguidas, y por eso
molestas, disminuyendo no tanto la seguridad de la circulación (que se debería
garantizar con bardas metálicas) sino la sensación de amplitud, imprescindible
para los conductores en una vía que algún día, cuando sea una verdadera
autopista, será rápida (su límite actual de 80 kilómetros que nadie cumple es ridículo)
y tendrá tres carriles en cada sentido.
Por
supuesto, la solución es quitar los árboles que están justo al lado de las
calzadas y algunos de los que están muy juntos en el centro del separador pues
es conveniente, igualmente por seguridad, que no esté totalmente oculto el
transito en sentido contrario. Además no son indispensables para interceptar
las luces de los carros por la noche pues el separador es suficientemente ancho
y, en donde no lo es, es mejor taparlas con bardas metálicas. La realidad es
que los pocos trayectos en donde hay menos árboles y están mas separados,
permitiendo ver el paisaje detrás de ellos y a ambos lados de la vía, son sin
duda mucho mas agradables y seguros y deberían tomarse como ejemplo para el
resto.
Simplemente
habría que ver como son las autopistas en otras partes y dejar de improvisar.
En las verdaderas el transito se mueve a velocidades uniformes en calzadas de
pavimento continuo con amplias zonas totalmente despejadas, curvas y pendientes
suaves. Su seguridad está no tanto en limitar la velocidad máxima sino en
establecer una mínima; por eso únicamente están autorizadas a vehículos que la
puedan sostener, los que solo pueden parar en las bermas derechas en caso de
daño, y por eso hay que evitar cualquier clase de obstáculos en la vía. Son
estas las razones por las que imperativamente deben ser cerradas. Conducir por
una autopista debe ser plácido no solo por el placer sino por la seguridad. Por
eso existen bermas a ambos lados (y no solo la derecha para parar) y deben ser
amplias sus cunetas y con el mínimo de objetos; a duras penas las señales
verticales. Los árboles deben estar después, suficientemente retirados.
En La Recta hay que
quitar, pues, los árboles que sea necesario quitar pero ni uno mas. No solo embellecen
la vía sino que ya están allí y con mucho esfuerzo. Pensar en reemplazarlos por
otros, como se ha dicho, deja la preocupación de si no estarán pensando en las
maticas y florecitas que se encuentran en algunas partes del separador de la
doble calzada de Buga a Tuluá. De sus concesionarios no se puede esperar nada
bueno como lo indica el hecho, que debería ser escandaloso, de que hayan
iniciado nuevos trabajos pese a que irresponsablemente no han terminado muchos
de los acometidos años atrás. Es como si no fuéramos capaces de mejorar las
cosas sin dañar, destruir o abandonar lo que ya existe. Que vergüenza que no
seamos capaces de hacer nuestro el sueño verde de Rosa Cadavid de Arboleda
ahora que ya no está para defenderlo.
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