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La buena construcción. 02.10.2003


A la memoria de Luis Caro Cayzedo

Pizano, Pradilla, Caro, y (posteriormente) Restrepo, reconocida firma de arquitectos, ingenieros y constructores, es responsable, con otras pocas oficinas bogotanas, de buena parte de la mejor arquitectura moderna que se construyó en el país en la segunda mitad del siglo pasado. Como el conjunto Bavaria y el Banco Comercial Antioqueño, ambos en Bogotá, construidos por ellos y proyectados por Obregón y Valenzuela.
Ya se sabe que sin buenos clientes no hay buena arquitectura pero igualmente sin buenos constructores tampoco. Y que la buena construcción va mas allá de la buena factura; es sobre todo el talento, los conocimientos y la responsabilidad que hacen que los edificios enfrenten bien el paso del tiempo y el abandono de los hombres. La arquitectura era antes el arte de construir, como dice el diccionario, y es tiempo de que lo vuelva a ser. El deterioro de los frívolos edificios hoy de moda es sorprendente. Y lo peor, al menos para nosotros, es que sus bellas pero mentirosas fotos (tomadas a las obras sin acabar ni usar), exquisitamente diagramadas en las revistas extranjeras, encantan a los estudiantes de arquitectura y sus jóvenes profesores que tampoco los conocen de verdad, y se convierten en los paradigmas de nuestros concursos y bienales.
          La realidad es que, como Rogelio Salmona lo ha dicho recientemente, ni la historia ni la geografía son globalizables, y los edificios se deben a ellas primordialmente. El clima, que a su vez influye decisivamente en el paisaje, los determina por lo tanto doblemente; y la historia, es decir las tradiciones y la cultura, los condiciona. Pensar, como incluso lo propuso Le Corbusier, que es posible una arquitectura para todas las condiciones (como lo deben ser un carro o un avión) es a la larga no solo imposible sino totalmente indeseable pues, como se dice comúnmente, el placer esta en las diferencias. Pero clima, paisaje, tradiciones y usos no solo son determinantes arquitectónicas sino también constructivas.
          Es urgente que los arquitectos aprendan posiblemente ya no a construir pero si al menos a proyectar sabiendo como se construye. La dificultad es desde luego que en las escuelas de arquitectura no solo no se construye nada sino que cada vez se sabe menos como se construye; allí todos tienden a volverse teóricos con el agravante de que la mayoría no estudian ni investigan. Como dice el arquitecto Willy Drews, “curiosamente se ha creado silenciosa e imperceptiblemente una tendencia a uniformizar la forma de hacer nuevos arquitectos que se ha transmitido de país en país y de generación en generación hasta el punto que, conjugando el  engañoso verbo generalizar, podríamos decir que la enseñanza de la arquitectura es igual en todas partes.”
          La solución por supuesto es trabajar con los que mas saben, como se ha hecho desde hace siglos.  Aprender en oficinas de buenos arquitectos y constructores, pero no solo en sus talleres de diseño sino especialmente en sus obras. Desde luego no se trata de una alternativa a la educación técnica en las universidades, que además deben proporcionar una formación humanística, pero si de un complemento profesional imperativo: allí, en las obras, ingenieros y constructores como Luis Caro es mucho lo que nos pueden enseñar de la arquitectura y su construcción. Y de la vida.

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