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La ciudad: gente y artefacto. 30.10.2003


La mayoría de los homicidios del país ocurre en las ciudades (casi el 80% vivimos en ellas) y se deben a problemas intrafamiliares, delincuencia común, justicia privada y altercados de fin de semana. Mas los muertos en accidentes de transito de una "zoociedad" que estaciona en los andenes y camina por las calzadas ante la indiferencia de las autoridades. Juntos superan los de la guerra interna. Esta violencia urbana, que incluye el ruido, la mugre y el irrespeto de los derechos de los otros, es alimentada por la falta de espacios urbanos adecuados y de ciudadanos de verdad. Somos campesinos a la que no se le ha enseñado a habitar en ciudades, que sobrevivimos sin arte en conglomerados enormes, que no ciudades, pues la trivialización de la arquitectura y el urbanismo modernos destruyó gran parte de las poblaciones tradicionales en un país que pretendió ser moderno antes que urbano.
Ignoramos que las ciudades son construcciones que conforman espacios urbanos y arquitectónicos, privados y públicos, y que deben ser artísticas: significativas, emocionantes y evocadoras. La mayoría no tiene raíces en ellas ni la educación para preocuparse por su historia. Insensibles a lo urbano, desconocemos la importancia del patrimonio construido. La ignorancia de su valor económico y cultural, mas que la codicia y la corrupción, es lo que lo destruye. Cambiamos casas estupendas por mezquinos apartamentos que no parecen de aquí. Sin embargo, pese a los intentos de "modernizarla" Cali insiste en permanecer. Su centro, por ejemplo y no obstante su deterioro creciente, sigue siendo su zona más animada, concurrida y hasta bonita. Y la más democrática.
Con los Juegos Panamericanos de 1971 se inicio la demolición y abandono de buena parte del patrimonio arquitectónico y urbano del centro histórico para levantar las "torres" con las que se escenificaron. Esto generó violencia pues no solo es el desperdicio de lo ya construido, sino que se causó un trauma social. Desaparecer las tradiciones y lugares que unían culturalmente las diferentes generaciones y procedencias de sus habitantes, fue contribuir a ese desarraigo que hoy tienen con su demasiado nueva y poblada ciudad.
Aunque algún día Cali vuelva a ser limpia, segura, ordenada, silenciosa y bonita, como a mediados del XX, ya no podrá tener -también- la belleza de la ciudad tradicional que fue. Hay que darle una nueva. Han quedado usos, costumbres y memorias que precisan nuevos espacios. Sin dejar de hacer parques hay que volver a hacer plazas. Hay que remodelar esas vías simplemente anchas para volverlas verdaderas avenidas. Y hay que recuperar las calles por que son el espacio público fundamental de las ciudades. Parece simple, mas lo esencial es ampliar y liberar los andenes, obligar a seguir los paramentos, regularizar las alturas y darle prioridad a la gente sobre los carros.
Pero las ciudades no son solo sus construcciones y espacios urbanos sino también sus gentes, actividades, climas y paisajes. Y su historia. Hace falta que el nuevo Alcalde se haga a una idea clara y culta de lo que es una ciudad, y que entienda que el artefacto es tan importante como su situación económica, social y política y que influye decisivamente en ellas. Que recuerde que polis alude tanto a la ciudad material como a la convivencia creativa de sus ciudadanos, a su política.



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