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La privatización de lo público. 17.10.2002

        En Cali son por miles los avisos, propagandas, negocios, almacenes, restaurantes, cafeterías, talleres, vendedores de la calle y automóviles de toda clase, incluyendo los de la policía, que invaden los  estrechos e incómodos andenes de la ciudad, que son el único espacio urbano público destinado a los peatones -a la gente- en sus calles. Pero lo mas grave es cuando los ocupan entidades que se consideran respetables como los hoteles, las clínicas o, peor aun, el Estado mismo. Con su mal ejemplo ¿cómo pretender que los necesitados trabajadores informales no lo hagan?

         No solo son los feos, antipáticos y por supuesto ilegales avisos de “parqueadero exclusivo” con los que cualquier avivato privatiza de hecho las calles y andenes, sino la construcción misma en dicho espacio público de parqueaderos, “exclusivos”, claro está, incluso en los andenes de las riveras del mismísimo Río Cali. Así lo hicieron sin el más mínimo pudor la Clínica de los Remedios y el Hotel El Obelisco, que para privatizar su antejardín se apropió  de mas de la mitad de su correspondiente anden.        
        El Intercontinental, para no quedarse atrás, transformó el andén de la Avenida Colombia en su estacionamiento, “exclusivo” por supuesto. Como si no fuera suficiente, instalaron su pizzería en donde debería estar el anden, el que convirtieron como por arte de birlibirloque en exclusiva terraza (a la que todos vamos como si nada) custodiada por guardias privados que miran con malos ojos a los simples transeúntes que osan pasar por allí, ya que ni siquiera pueden caminar por la calzada pues la tienen “acordonada” con la disculpa de la seguridad.

Pero el colmo es la escalera del CCCE del Departamento, recién inaugurado en San Fernando. Como si no la hubieran tenido en cuenta en el diseño o hubiera aparecido a última hora, fue atravesada en pleno antejardín al lado de el edificio adyacente que ya había convertido el suyo en parqueadero exclusivo. El anden quedo reducido a su mínima expresión pues también se le quitó casi la mitad de su ancho, a todo lo largo de la fachada, para hacer una inoficiosa bahía para carros en la que no permiten ni siquiera parar. Escalera que seguramente no viola las normas absurdas de la ciudad pero sí el sentido común que indica que los estrechos andenes del barrio ya no son suficientes, sobre todo para una biblioteca pública.

También es privatizar lo público tapar con vallas el cielo y el paisaje que rodea la ciudad. O como lo están haciendo en San Antonio, supuestamente protegido por ser de interés patrimonial, en la Cl 4ª entre Crs. 6ª y 9ª (allí no hay 7ª ni 8ª), y en Cl 3ª con Cr. 9ª, en donde están levantando un tercer piso en contra de lo claramente estipulado en las normas, que solo permiten uno sobre el nivel de la calle. O como la atarvaneria del voladizo y el segundo piso que alguien construye en San Fernando en la Cr. 36  Nº 4ª-23, para nombrar apenas tres ejemplos de las decenas que se burlan de todos nosotros permanentemente en las narices de las autoridades que ni se dan por enteradas pues hace décadas la ciudad se les salió de las manos. Y que tal los “mupis” que como maleza siguen invadiendo los parques y andenes de Cali con propagandas sin imaginación que nadie tiene tiempo de ver desde los carros, lo que además es peligroso para los conductores.

Al contrario de los servicios públicos, que se pueden prestar por parte de empresas privadas, el espacio público no se puede privatizar sin que desaparezca como tal, ya sea ocupándolo o impidiendo el acceso libre al mismo e incluso su simple vista. Tapar los cerros que rodean la ciudad con edificios mezquinos innecesariamente altos es impedir que su sola mirada compense en algo la carencia de áreas verdes de Cali, para no hablar del elemental derecho que tenemos todos a disfrutar del maravilloso paisaje que son. Pero si bien muchos protestan por la privatización de los servicios públicos, nadie se da por enterado aquí del robo –por que en ultimas es un robo- del espacio público de la ciudad; es como si no fuera de nadie, o nadie lo usara ni viera. Así se volvió Cali.

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