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Otra queja. 08.11.2001


Dice el famoso columnista inglés Paul Johnson (Al diablo con Picasso, 1997) que en las columnas de opinión no se deben tratar intimidades ni problemas personales y que solo muy de vez en cuando es pertinente decir algunas cosas del autor. Sin embargo a veces sí que es necesario decir algo de las columnas.
          No suelo comprobar lo que sale en el periódico con lo que mando, aunque siempre miro por encima lo publicado y a veces hasta lo leo. Pero el jueves pasado saltaba a la vista que mis cuatro sólidos párrafos habían sido convertidos en doce parrafitos y, leyendo detenidamente, encontré que además eliminaron unas comas y pusieron otras. No fue un problema de transcripción pues las columnas las mando por e-mail. No creo que lo hicieran para llenar espacio pues mi escrito era similar en extensión a los que siempre mando. En otra ocasión, hablando de la suerte de Bogotá de haber tenido tres buenos alcaldes consecutivos, me quitaron el segundo Mockus de mi Mockus, Peñalosa, Mockus. Y así. No obstante debo reconocer que en alguna oportunidad me arreglaron una oración desafortunada, y que me mejoran la ortografía pese a que cuidadosamente corrijo mis columnas con el computador y que siempre alguien me las lee en voz alta y me ayuda con su puesta a punto antes de mandarlas.
          Claro que he cometido errores, no sólo de ortografía, sino, más grave, de información. Pero lectores acuciosos se han encargado de hacérmelos ver, con lo cual los he podido corregir para cuando me decida a sacar mis textos agrupados por temas en un libro que considero sería útil. Todo lo que digamos sobre las ciudades es importante pues ya casi el 80% de los colombianos vivimos en ellas (no me he cansado de repetirlo aquí), y muy recientemente, y en esto reside buena parte de los problemas actuales del país, y no sólo los de su arquitectura y urbanismo, muy descuidados por lo demás. Resulta sorprendente que ciertos conflictos de convivencia ciudadana, que incluso llevan a la muerte a muchas personas, como lo son los del transito y el transporte, no sean vinculados a las fallas en la concepción urbano-arquitectónica de nuestras ciudades. Mi columna es, pues, sobre los edificios, las ciudades y las regiones en tanto que artefactos y su relación con los que los usan; y aunque centrada en Cali, también toca otras ciudades y regiones. Igualmente me he ocupado de otras cosas pero siempre relacionadas con estos temas o me las ingenio para que así sea. Como ahora. Son asuntos que me apasionan y sobre los que me informo permanentemente estudiando, leyendo y viajando.
          Aparte de una columna que no se si sigue saliendo en La Patria de Manizales, promovida por la seccional de allá de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, y de la muy buena del arquitecto Alberto Saldarriaga, hace unos años en El Espectador, no se de otras similares en Colombia. Al parecer estos asuntos no les interesan a los medios colombianos pese a que si a los ciudadanos y a que hay páginas enteras permanentes dedicadas a ellos en otras partes. En el País de Madrid se destacan los artículos de Luis Fernández-Galeano, los que alguna vez traté de reproducir en la revista Vivir de este periódico, antes de que desapareciera. Tal vez de ese intento quedó esta columna, la que muy amablemente me invitó a escribir Francisco José Lloreda Mera cuando era director, precisamente para que hablara de la ciudad y la región. Al principio fue quincenal pero desde hace poco es semanal. Ya van 115.
          Como dice Johnson, escribir una columna es uno de los grandes privilegios de la vida. Y en este país es además reconfortante: una especie de contrarealidad. Por eso muchos lo hacemos con mucho gusto pese a lo poco del pago. Pero así como se espera que sean los columnistas los únicos responsables de lo que dicen, que nos dejen ser responsables de cómo lo escribimos; al fin y al cabo si hay un problema grave, pues hay tiempo de consultarlo; para eso se mandan los textos con suficiente antelación. Espero que esta vez, y en adelante, me dejen mi puntuación y mis párrafos tranquilos. Pero gracias por seguir vigilándome la ortografía.


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