Cada ves mas los propietarios de casas,
edificios y hasta lotes se toman impunemente los andenes de la ciudad. Pese a
que son parte del espacio urbano y propiedad pública, los usan para lo que se
les da la gana y los remodelan a su manera. Cambian sus niveles y materiales,
hacen escaleras o rampas, ponen avisos y propagandas, siembran árboles,
arbustos o maticas o mínimo pintarrajean sus sardineles para navidad y jamás quitan
lo que queda de sus colorinches. Incluso impiden que por “sus” aceras pasen
redes de servicios. No tardarán en prohibir que caminemos por ellos y ya lo
impiden en muchas partes en donde los han destinado a abusivos “parqueaderos
exclusivos”.
Los andenes si
deberían ser exclusivos pero del Municipio como lo son hoy las calzadas, pues
forman parte integral de las calles. Planeación debería diseñarlos y Obras
Publicas construirlos, arborizarlos, mantenerlos y remodelarlos, cuando sea
necesario, y cobrarlos por valorización; y la policía ocuparse de que no se
invadan. Así se podría caminar por ellos y se le daría unidad a los diferentes
barrios de la ciudad. Igual que para construir hay que pedir una línea de
paramento (desafortunadamente un limite y no una obligación) habría que pedir
la razante del anden; su nivel inmodificable.
Los muchos objetos
superfluos que se pusieron en los andenes de la Avenida Sexta en su costosa
remodelación no solo no impidieron su deterioro sino que lo aceleraron; en
donde no se hizo nada permaneció mucho mejor. Se fueron a la basura los miles
de millones que costaron esos incómodos y peligrosos tubos rojos, los monolitos
enchapados en costoso pero frágil granito negro para sostener lámparas como de
antejardín y basureros endebles de lata barata, esas materas de maticas que
molestan la visibilidad de los conductores y esas bancas despedidoras mirando a
la pared en las que nunca se sentó nadie. Ya fueron destruidos o robados;
quedaron montones de postes, eso si rojos, y algo muy valioso: la (mala)
experiencia.
Habría
que eliminar en la Sexta las bahías de parqueo y darle el espacio a los andenes
y estacionar los carros en las calles laterales; y quitarle todo lo que se
pueda quitar. Es probable que hayamos aprendido lo que ya se sabia: el espacio
publico ahora y entre nosotros no debe tener recovecos ni obstáculos; debe ser
llano, continuo y regular. Así son además los mejores, mas bellos y mas
animados del mundo, desde los Campos Elíseos hasta la Plaza de Bolívar en
Bogotá. Son ante todo un problema de "proxémica" es decir, de la
percepción y uso del espacio en las diferentes culturas (Ivannia Jiménez Arias:
Proxemies in the ESL Classroom) a partir de la cual sí se los puede diseñar sin
caer en banales diseños financiados por el erario.
Por lo contrario
sería con dineros públicos que habría que costear los juegos artificiales de
las navidades. Con una previsión poco frecuente aquí, los directivos del
Hospital Departamental están pidiendo con toda razón y una vez mas que desde ya
se prohíba la pólvora para el próximo diciembre. Pero aunque no es tan fácil,
como se vio este último año, si es posible concertar su comercialización y
limitar su uso. Se debería prohibir su venta en expendios callejeros y
autorizarla únicamente a empresas e instituciones que la programen bajo su
responsabilidad con mas luces y menos ruido y por supuesto sin quemados.
El Municipio podría
hacer grandes y bellísimos espectáculos con fuegos artificiales en Las Tres
Cruces y Cristo Rey el 6, 24, 28 y 31 de cada fin de año, similares a los que
en años anteriores celebraban la efemérides de Cali desde la colina de San
Antonio, los que debería reanudar; le saldría mas económico comprar la pólvora
que atender los quemados por la barbaridad de su uso incontrolado en los
andenes. La Cámara de Comercio, Comfandi y Comfenalco podrían hacer lo propio e
igualmente los clubes de la ciudad. Incluso los vecinos todos de un barrio como
ya lo están haciendo espontáneamente desde hace tiempos en las calles de San
Antonio con sus estupendos “año viejos”.
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