Para J.C. Londoño
Se piensa que los griegos no lo
conocían pero los usaron desde el siglo IV aC. en las puertas de algunas
murallas y, de la época helenística, quedan la entrada al estadio de Olimpia,
el patio de la fuente y la puerta del ágora en Priene y las bóvedas inclinadas
de la escalera del gimnasio en Pergamo. Los romanos, por lo contrario,
utilizaron mucho el de medio punto (semicircular) y sus derivaciones: la bóveda
de cañón y la cúpula semiesférica; de ahí el equivoco. En Egipto están las
bóvedas rebajadas de Djoser en Saqqara y las de los depósitos del Ramesseum en
Tebas, entre otras, y en Mesopotamia las hubo hace milenios. Las de voladizo
sucesivo, como en el Palacio del Gobernador en Uxmal, Mohenjodaro o el Tesoro
de Atreo, parten, en cambio, de un falso arco, como se llama, pues las cargas
no siguen una catenaria (invertida) sino una trayectoria escalonada. En cambio
el arco a regla, a nivel o adintelado lo es, aunque no lo parezca, pues
contiene dicha curva. Y están los arcos rígidos de una pieza, como los
antiguos, o de varias soldadas o apernadas, o de concreto, como los modernos.
Arco
de festón llamaron los romanos al que seguía estrictamente la catenaria pues es
la forma que toma por la gravedad un festón, cadena, o el cable de un funicular
(del latín: funiculos, cuerda). Por eso las líneas electrificadas de los trenes
se llaman catenarias. Las primeras cúpulas derivadas de estos verdaderos arcos
se encuentran en Khirokitia (c. 5650 aC.) y logran su máximo en las bóvedas de
adobes del Palacio de Ctesiphon (c. 600 aC. ), cuyo grosor es mínimo pues sus
superficies inferior (el intrados o sofito del arco) y superior (el extradós o
espalda) son paralelas a la catenaria. Las últimas las realizo en piedra Antoni
Gaudi (1852-1926) en Barcelona y entre nosotros, con ladrillo, el ingeniero
Eladio Dieste (1917-2000) en Uruguay.
La
bóveda es el desplazamiento de un arco y la cúpula su rotación. El arco (una
bóveda muy angosta), consta de piezas, o dovelas, que son radiadas resultando
un volumen curvo perpendicular al suelo (aunque en Egipto ya los hay inclinados
para poder levantar bóvedas sin cimbra), por el cual pasa una catenaria que va
del exterior de las dos dovelas iniciales, o salmer, que se apoyan en las bases
o impostas, a la parte superior de la dovela del vértice, o clave. A lo largo
de esta curva la gravedad genera presiones que mantienen juntas las piezas (por
eso en los islámicos no son perpendiculares al intrados sino aproximadamente a
esa curva virtual), y por ella se desvían hasta los cimientos los empujes
verticales de las cargas que están encima, mientras los horizontales son
absorbidos por los estribos, esas partes de muro adyacentes a los salmer e
impostas. Por eso arcos, bóvedas y cúpulas son vulnerables a los sismos, pues
por momentos estos anulan la gravedad.
En
el de medio punto las dovelas son iguales facilitando su trazado y
construcción, por eso los pragmáticos romanos lo privilegiaron y se conoce
también como arco romano. El gótico está formado por la intercepción de dos
grandes segmentos de círculo; estos arcos ojivales, como igualmente se llaman,
pueden alcanzar la misma altura sin variar sus líneas de arranque, a pesar de
tener diferentes luces, lo que es su razón de ser. Se especula que el de
herradura de los árabes proporciona apoyos altos a la cimbra para economizar
madera, escasa en el desierto; pero lo que si es cierto es que llega al Nuevo
Mundo, en donde abunda la madera, como en la Torre Mudéjar de Cali, por la
misma transculturación de tradiciones, simbolismos y desarrollo técnico que
hizo que los griegos no valoraran el arco y los romanos si, o que no se pasara
del falso al verdadero en algunas culturas o épocas.
Las variaciones son
muchas pero el arco es uno solo; no se inventa sino que se descubre y se usa o
no, como los arquitectos modernos que lo despreciaron después de su triunfal
historia milenaria. Hassan Fathy en Egipto, Ricardo Porro en Cuba, Carlos
Mijares en México o Rogelio Salmona, Herbert Baresch y Rodrigo Uribe en
Colombia, son notables excepciones.
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