Lin Huiyin les advirtió que era una
equivocación irreversible pero no le hicieron caso. El Gran Timonel, preocupado
por transformar la antigua capital imperial en una vitrina socialista, ya había
eliminado para 1955 buena parte de la muralla de Beijín. De 500 años de
antigüedad, era la mas grande completa que había quedado en el mundo por esa
fecha, pues la demolición de un largo tramo de la de Cartagena, unas décadas
antes, había ya dañado la única que se conservaba integra en América. En 1960
solo quedaban en la nueva capital roja algunos vestigios a lo largo de la
avenida vacía que la reemplazo. Pero no contentos con destruir sus grandes y
elegantes puertas llenaron los barrios vecinos de “modernos” edificios de
apartamentos y de nuevas vías para carros que finalmente embotellaron la
avenida y que terminarán por invadir también a China.
Pero
lo peor estaba por verse: el gobierno está construyendo de nuevo la muralla
(The Economist, 11 Oct. 2002), comenzando con un tramo de 1.800 metros. Por fin
concientes de lo que significa su riquísimo pasado, están invirtiendo millones
de dólares en su recuperación y conservación, incluyendo los edificios grises
de sus famosísimos burdeles. Pero en el caso de la muralla, tal como lo había
previsto Lin Huiyin, se trata de otra mas de esas “antigüedades” para estrenar
destinadas a esas riadas de turistas que no miran bien sino que fotografían
mal. Como la batería del Ángel San Rafael en Cartagena, construida, mas que
reconstruida, hace un par de años en lo alto de Tierrabomba, cerca a Bocachica,
a partir del plano de Antonio de Arévalo de 1778 y de lo poco que allí quedaba.
Pero
junto con el descubrimiento del valor cultural y económico del patrimonio construido,
ha surgido también entre los chinos la moda de lo “moderno”, lo occidental
(aquí les llevamos una desventaja de medio siglo), y ya no quieren vivir en sus
tradicionales vecindarios de estrechos callejones e íntimos patios. Pero ya no
estará Lin Huiyin para llamarles la atención de su torpeza. No entienden que
solo habría que dotarlos de servicios (agua, alcantarillado, energía,
comunicaciones y transporte), que preocupantemente les faltan -pese a la
revolución que le iba a resolver todo al pueblo- y por supuesto construirles
los demás equipamientos y espacios necesarios que hoy en día tienen las
ciudades del mundo desarrollado. Es precisamente lo que esta haciendo el nuevo
urbanismo ecoeficiente en Estados Unidos y Europa al rehabilitar pueblos y barrios
abandonados o en deterioro pues su antigua belleza es insuperable.
Si Cali hubiera
tenido muralla la habríamos demolido casi por completo (aquí nada se termina
del todo) para pasar el SITM, por ejemplo, pero a diferencia de los chinos, si
algún alcalde propusiera después su reconstrucción sería con dry wall importado
imitación sillares coloniales y steel deck para economizar. Igual se construyó
saliendo por la llamada autopista a Yumbo, que no lo es, ese “pueblito
valluno”, que nada tiene de pueblo y menos de vallecaucano, mientras que en la
narices de todos se destruyen los bellos pueblos de verdad de la comarca, cada
vez mas parecidos en su vulgaridad y mal gusto. Toda una grave tergiverzación
cultural, como lo hubiera indicado Lin Huiyin, una arquitecta a cabalidad.
Pero a falta de
muralla en Cali destruimos rápidamente, desde mediados del siglo pasado, el
patrimonio colonial construido en los primeros cuatro lentos siglos de su
historia, buena parte de los edificios moderno-historicistas con que se pretendió
sustituirlo y muchos de los edificios modernos que a su vez los reemplazaron.
Al mismo tiempo sacamos los peatones de las calles y los samanes de las
avenidas para meter mas y mas carros. Muchos aun hablan del “desarrollo” de la ciudad con los Juegos
Panamericanos, y sordos a las advertencias continúan promoviendo su
“modernización” pues su autocomplacencia o su codicia no los deja ver la
gravedad de lo que significa, cultural y económicamente, la destrucción de la
ciudad tradicional; que es casi como destruir la lengua.
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