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A quien pueda interesarle. 15.04.2004


Los problemas de Cali en tanto que artefacto son la seguridad, orden, silencio, belleza y limpieza de sus calles; y las normas que las rigen, que ahora cambian de pronto para conveniencia de algunos sin importar los demás. Siendo de todos, se usan para los carros de unos pocos; el derecho fundamental de caminar por ellas es violado permanentemente. Se cobran valorizaciones por obras viales que la mayoría no necesita, y que se diseñan, construyen y mantienen mal. Hay más puentes y vías pero menos andenes, plazas, parques y calles. Más taxis y busetas pero menos transporte. Mas mentiras pero menos MIO. Mas propaganda pero menos información. Mas población pero menos ciudad.
No entendemos aun el error de la destrucción de la ciudad tradicional buscando una modernización mal entendida, que ni siquiera se logró pero que en cambio fue corrompida por el narcotráfico. Ni lo que significa nuestro rapidísimo crecimiento demográfico que juntó de pronto inmigrantes y desplazados de diversos orígenes. Citadinos a medias, han ruralizado a Cali, que dejo de ser una ciudad pequeña para convertirse en un pueblo grande. Al no haberles ayudado a urbanizar sus comportamientos, no se piensan a si mismos como ciudadanos, ni política ni urbanamente. Vienen a medio trabajar en una ciudad en donde no pagan impuestos de renta ni patrimonio y tienen servicios malos pero subsidiados o pirateados, atenidos a la suerte y al paternalismo, y pendientes de las promesas y dadivas de los polítiqueros y no de sus resultados. Aquí se juntan con los que emigran buscando mejorar su fortuna sin abandonar sus mentalidad pueblerina. Son la mayoría pero no saben qué es una ciudad ni como convivir en ella. Situación propicia para la corrupción, el desgreño y el abuso; otras formas de la violencia que padecemos.
          Destruida la ciudad de mediados del XX solo nos queda inventarnos una nueva con otra actitud frente al mundo desarrollado, caracterizado precisamente por su alta urbanización, globalización y digitalización, su bilingüismo y pluralidad cultural, su poco crecimiento poblacional, su conciencia ecológica, su enorme oferta de opciones, y el haber cambiado el proteccionismo y el clientelismo por la competitividad y la libertad de criterios y escogencias. Un mundo en donde la ciudad-región cobra cada día más fuerza y los centros tradicionales de las grandes urbes se rehabilitan y crecen de nuevo con gran éxito sin destruir todo lo anterior. Ciudades que se monumentalizan y embellecen cada vez mas pues siguen siendo el escenario de la cultura; “prohíjan el arte y son arte”, como dijo Lewis Mumford.
Nuestra tradición urbana es de las mas antiguas y sólidas pero la estamos perdiendo rápidamente. A nuestros políticos en general no les interesa lo urbano ni mucho menos la estética de la ciudad, la que no ven como un problema social; no entienden todavía su importancia en la calidad de la vida urbana. Nada les dice la conservación culta y seria del patrimonio urbano-arquitectónico y las tradiciones, ni la ecología de verdad, ni el reciclaje de todo, ni  el uso de tecnologías y combustibles ecoeficientes, ni el poblamiento y la planificación familiar como políticas urbanas. Pese al buen ejemplo de Bogotá, en Cali todavía no hemos hecho nada por nuestra educación ciudadana ni por el espacio público, ni parece interesarnos.

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