Los problemas de Cali en tanto que
artefacto son la seguridad, orden, silencio, belleza y limpieza de sus calles;
y las normas que las rigen, que ahora cambian de pronto para conveniencia de
algunos sin importar los demás. Siendo de todos, se usan para los carros de
unos pocos; el derecho fundamental de caminar por ellas es violado
permanentemente. Se cobran valorizaciones por obras viales que la mayoría no
necesita, y que se diseñan, construyen y mantienen mal. Hay más puentes y vías
pero menos andenes, plazas, parques y calles. Más taxis y busetas pero menos
transporte. Mas mentiras pero menos MIO. Mas propaganda pero menos información.
Mas población pero menos ciudad.
No entendemos aun el
error de la destrucción de la ciudad tradicional buscando una modernización mal
entendida, que ni siquiera se logró pero que en cambio fue corrompida por el
narcotráfico. Ni lo que significa nuestro rapidísimo crecimiento demográfico que
juntó de pronto inmigrantes y desplazados de diversos orígenes. Citadinos a
medias, han ruralizado a Cali, que dejo de ser una ciudad pequeña para
convertirse en un pueblo grande. Al no haberles ayudado a urbanizar sus
comportamientos, no se piensan a si mismos como ciudadanos, ni política ni
urbanamente. Vienen a medio trabajar en una ciudad en donde no pagan impuestos
de renta ni patrimonio y tienen servicios malos pero subsidiados o pirateados,
atenidos a la suerte y al paternalismo, y pendientes de las promesas y dadivas
de los polítiqueros y no de sus resultados. Aquí se juntan con los que emigran
buscando mejorar su fortuna sin abandonar sus mentalidad pueblerina. Son la
mayoría pero no saben qué es una ciudad ni como convivir en ella. Situación propicia
para la corrupción, el desgreño y el abuso; otras formas de la violencia que
padecemos.
Destruida
la ciudad de mediados del XX solo nos queda inventarnos una nueva con otra
actitud frente al mundo desarrollado, caracterizado precisamente por su alta urbanización,
globalización y digitalización, su bilingüismo y pluralidad cultural, su poco
crecimiento poblacional, su conciencia ecológica, su enorme oferta de opciones,
y el haber cambiado el proteccionismo y el clientelismo por la competitividad y
la libertad de criterios y escogencias. Un mundo en donde la ciudad-región
cobra cada día más fuerza y los centros tradicionales de las grandes urbes se
rehabilitan y crecen de nuevo con gran éxito sin destruir todo lo anterior.
Ciudades que se monumentalizan y embellecen cada vez mas pues siguen siendo el
escenario de la cultura; “prohíjan el arte y son arte”, como dijo Lewis
Mumford.
Nuestra tradición
urbana es de las mas antiguas y sólidas pero la estamos perdiendo rápidamente.
A nuestros políticos en general no les interesa lo urbano ni mucho menos la
estética de la ciudad, la que no ven como un problema social; no entienden
todavía su importancia en la calidad de la vida urbana. Nada les dice la
conservación culta y seria del patrimonio urbano-arquitectónico y las
tradiciones, ni la ecología de verdad, ni el reciclaje de todo, ni el uso de tecnologías y combustibles
ecoeficientes, ni el poblamiento y la planificación familiar como políticas
urbanas. Pese al buen ejemplo de Bogotá, en Cali todavía no hemos hecho nada
por nuestra educación ciudadana ni por el espacio público, ni parece
interesarnos.
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