El uso indebido de
las calles por los constructores es una de las cosas que mas pueden deteriorar
el espacio publico de una ciudad. Deberían multarlos, como propone la
arquitecta Marcela Falla, o al menos cobrarles un derecho pues ocupan los
andenes e incluso las calzadas con materiales y escombros, y para trabajos
propios de sus obras. En Ciudad Jardín han cercado hasta el cordón impidiendo
la visibilidad en las vías. En Tequendama, la construcción del Centro Comercial
Palmeto Plaza, a pesar del gran tamaño del lote, se sale sobre la novena
ocasionando trancones y accidentes. Además todos ensucian las calles aledañas
con el concreto y la tierra que botan o las mezclas que hacen en plena calzada
y que no limpian nunca ni se les exige al menos su aseo posterior y nadie dice
nada.
Igualmente
nada se dice de las vallas que invaden la ciudad y tapan su cielo y sus cerros
como se les da la gana, donde se les da la gana y con lo que se les da la gana. Enormes y sofisticadas vallas que invitan a ser
"diferente" consumiendo lo que todos consumen o que prometen la
virilidad en una aspirada o buscan que confundamos las piernas de la modelo con
el carro. Dizque las iban a quitar pero la realidad es que cada día hay mas.
Aunque la cacofonía que ya producen impide que alguien las pueda ver bien, hay
incautos que todavía les creen a los publicistas y anuncian inútilmente sus en
ellas sus reclamos como para animales. Desde luego el mejor camino para que
desaparezcan es que dejemos de comprar lo que nos pretenden vender; pero así
como no nos interesa que sus mentiras lo sean, tampoco nos interesa que invadan
el espacio publico.
Y que decir de su deterioro por parte
del mismo Municipio. Insistir en pasar los buses articulados por la calle 13
(después de que nos convencieron de que no cabían y que por eso había que
enterrarlos) es una equivocación de frente a la calidad del espacio publico en
el centro de la ciudad. Por lo contrarío, la alameda de la 13 prevista por el
Plan del Centro Global -sin buses- podrá tener muchos y grandes árboles
permitiendo un trafico vehicular restringido para evitar ese absurdo
–inconstitucional por lo demás- que es darle el monopolio del uso del espacio
publico a una empresa privada de buses por mas bonitos que nos los pinten. Es
paradójico que una obra que debe ser un proyecto urbano y no solo de
transporte, termine por dañar el espacio publico de la ciudad a la que pretende
servir. Así paso con la Avenida Jiménez en Bogotá.
Pero lo mas vergonzoso son los
andenes. Asusta pensar que vivimos en una ciudad en donde al parecer a nadie le
importa su deterioro y precariedad ni que sean invadidos por postes, anuncios,
escombros, talleres, vendedores callejeros, y los omnipresentes carros,
incluyendo los de la Policía. Por lo contrario, muchos creen que pueden hacer
con “su” anden los que les venga en gana, al punto de que consideran que les
pertenece, de la misma manera que pasan por alto que sus antejardines, pese a
que si son propiedad privada, implican su cesión al espacio publico. Desde
luego todo esto tiene una explicación histórica: nuestras ciudades
tradicionales no tenían andenes, carros ni vallas, ni normas ambiguas y sus
constructores no eran contratistas sin ética como los que construyeron las
calzadas del TransMilenio que ya se desbarataron en Bogotá.
Comentarios
Publicar un comentario