Usualmente nuestros periódicos y
revistas dan a conocer los autores de las obras de arte, literatura, teatro,
danza, opera, música o cine de las que –afortunadamente- hablan con frecuencia.
Incluso hay secciones especializadas. Nunca fallan en informarnos quien es el
modisto, maquillador y peluquero de cada una de las muchas reinas que tenemos;
como si fueran futbolistas o pilotos de Formula 1. Sin embargo poco se ocupan
de la arquitectura y las ciudades y casi nunca de los arquitectos de los
edificios cuyas fotografías muestran de vez en cuando. A veces mencionan los
constructores, al fin y al cabo pautan, y por supuesto siempre destacan a los
conmitantes, que ponen el dinero. Y últimamente han aparecido algunos artículos
dedicados a los jóvenes arquitectos del país pero mas parecen autopromociones
que otra cosa.
Es cierto que la
Sociedad Colombiana de Arquitectos le hace alguna difusión a sus Bienales de
Arquitectura Colombiana, en especial en Bogotá, principalmente mediante un
libro, pero este apenas recoge los trabajos seleccionados de entre los que los
arquitectos han querido mandar, y ni siquiera circula entre todos ellos. El
resto del tiempo es poco lo que hace para dar a conocer nuestra labor
profesional al público no especializado, ni cuenta con una publicación
periódica. Ni siquiera hace cumplir entre sus afiliados la norma existente en
algunas ciudades que obliga a poner en las obras el nombre y matricula de los
arquitectos responsables de su diseño. Todo este anonimato generalizado lleva a
que nuestra opinión y trabajo no sean tenidos en cuenta casi nunca pues ni
siquiera son conocidos ampliamente.
Desde luego que los
primeros responsables de este despropósito somos los arquitectos y nuestra
organización profesional, a la que muchos pertenecen mas por inercia que por
espíritu gremial. Casi todos se comportan anónimamente como los artistas que
solo a veces deberíamos ser, con todo y los caprichos propios de ellos, pero
evaden la responsabilidad ética de ser los autores de esos edificios que como
dijo Lewis Mumford no pueden evitar decir algo con su sola presencia. Es
significativo cómo muchos de los que mas trabajo tienen poco se ocupan de su
profesión y son los que menos participan en las Bienales. Evitan también
fastidiar a sus eventuales clientes con sus opiniones sobre la arquitectura y
la ciudad malinterpretando al gran arquitecto norteamericano del XIX Henry
Hobson Richardson, que dijo el primer principio de la arquitectura es conseguir
el encargo.
Saber hacerlo es con
frecuencia malo pues no siempre son los mejores los mas hábiles para seducir a
sus clientes. Asunto de enorme gravedad pues en la correcta escogencia de sus
arquitectos se juega el futuro de nuestras ciudades ya que su trabajo en ellas
es cada vez mas notorio por estar muchas en rápida transformación. Son los promotores,
entonces, los responsables en últimas de la calidad de su arquitectura pues
siempre les sería posible conseguir buenos arquitectos. Lamentablemente, sobre
todo en Cali, suelen tener sobre la materia ideas equivocadas o superficiales.
Y casi nunca se dan cuenta o les importa que cuando escogen un arquitecto no lo
hacen apenas para que diseñe su casa o edificio, sino para que nos proyecte
también a los demás un pedazo de ciudad, que es el artefacto menos anónimo que
existe.
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