Desde que los
chinos lograron para Beijín los
Olímpicos de 2008 se fijaron como meta deslumbrar al mundo con los mejores
Juegos de la historia, colocar a China en la escena internacional y
convencernos de que han entrado a la modernidad (El País, Madrid, 2006). Y
quieren para su capital la imagen de "una ciudad limpia" arrasando con el presente de su pasado al
destruir barrios enteros que en cualquier país de Occidente estarían
protegidos. Los viejos habitantes pobres del centro son expulsados para dejar
paso a los nuevos proyectos inmobiliarios y comerciales, diseñados por
arquitectos principalmente europeos pues está de moda entre los nuevos chinos ricos lo “moderno”, lo
occidental. Ya no quieren vivir en sus tradicionales vecindarios de estrechos
callejones e íntimos patios. A esta situación se suma el afán por ampliar
las calles del centro, que no fueron concebidas para el transito automotor,
para introducir más carros, ahora los reyes en China, sin que importe que
cuando se conviertan en anchas vías, que no avenidas, ya no quepan.
Es el sueño del Gran Timonel -volver la antigua capital imperial una vitrina
socialista- pero ahora acelerado en los últimos meses. En 1955 Mao ya había eliminado buena parte de
la muralla de Beijín, y para 1960 a lo largo de la avenida vacía que la
reemplazo solo quedaban algunos vestigios y los barrios vecinos ya llenos de
“modernos” edificios de apartamentos y nuevas vías, cuyos carros finalmente
embotellaron la avenida. Ahora, conscientes de lo que renta su riquísimo pasado,
están invirtiendo cantidades enormes de dinero en la reconstrucción de las
grandes y bellísimas puertas de la muralla y los edificios grises de sus
famosísimos burdeles (The Economist, 11/10/ 2002). Pero ya no pasaran de ser
mas de esas “antigüedades” destinadas a los turistas, dándole aquí toda la
razón a Rem Koolhaas cuando afirma que los centros históricos son lo más
renovado, modificado y falso que hay en las ciudades (La Ciudad Genérica, 2002). Hoy Beijín está
sufriendo la mayor ola de destrucción desde la Revolución Cultural cuando los
templos fueron saqueados, los libros quemados y los intelectuales perseguidos.
Según los expertos mencionados por El
País, la prioridad dada al desarrollo económico y el monopolio del Estado sobre
el suelo, ha llevado a menudo a los funcionarios del Partido Comunista a
trabajar en connivencia con los promotores de jugosas operaciones
inmobiliarias. Situaciones similares se dieron también en Barcelona a raíz de
sus Juegos Olímpicos, denunciadas en su momento, pero al no ser tan desmedidas
los resultados urbanos fueron diametralmente opuestos. En Beijín, a pesar de
que en 2002 se aprobó un plan de protección de 25 distritos históricos, se ha
continuado expulsando a los viejos residentes, incluso usando presiones a veces
violentas, con el pretexto de que sus casas están ruinosas, desplazándolos a
las afueras, único lugar donde pueden vivir con las indemnizaciones que
reciben. Los parecidos con Cali y sus Juegos Panamericanos de 1971 no son
coincidencia; solo que aquí no hubo planes para proteger el patrimonio, todo lo
contrario, ni se indemnizó a los desplazados.
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