Como bien dice la Sociedad de
Arquitectos Paisajistas del Sur Occidente Colombiano (SAPSO) refiriéndose al
club San Fernando, los árboles y espacios verdes ayudan a mantener frescas las
ciudades, actúan como filtros naturales del aire, absorben el ruido, mejoran el
micro clima, minimizan el cambio climático global, protegen los recursos
naturales y embellecen parques, avenidas y calles, procurando bienestar y
sosiego. Además, como nos recuerda la SAPSO, la presencia de árboles de
cualquier especie influye sobre el ciclo general del carbono, lo que contribuye
a la salud de a sus habitantes. Las instalaciones del club San Fernando, aunque
desafortunada y torpemente intervenidas a lo largo de su mas de medio siglo de
existencia, no solo son parte de la memoria urbana y arquitectónica de Cali
sino que conforman, con la sede de San Fernando de la Universidad del Valle, el
Hospital Departamental, el estadio y el Parque Panamericano, un amplio y
simbólico espacio urbano, en parte público y privado, en parte libre y verde,
único en la ciudad.
El presidente del
club, los miembros de su junta que lo apoyan y los socios que están de acuerdo
con la venta de sus instalaciones, sin duda piensan que van a hacer un buen
negocio para el club y, eventualmente, para ellos. O si no ¿cómo explicar que
se lo quieran imponer a como de lugar a los que no están de acuerdo, quizás la
mayoría, con su (hipotético) traslado a otra parte? Y por supuesto se olvidan
de todos los caleños que verán de nuevo como se destruye su patrimonio
construido y ambiental.
Además de buena parte de su heredad urbana y
arquitectónica, colonial, republicana e incluso moderna, Cali ha perdido mucho
de su flora, fauna y paisaje en detrimento de la calidad de vida en la ciudad.
Entre los crímenes contra su medio ambiente está en primerísimo lugar la eliminación
de los samanes de la carrera primera, la calle octava, la avenida sexta y parte
de los de la calle quinta, en la que el mal diseño del Mio dará buena cuenta de
los que quedan, y desde luego está también el abandono vergonzoso de sus siete
ríos, muy preocupante por que el agua se está acabando en el mundo.
Es inconstitucional
hacer intervenciones que afecten el espacio público de las ciudades sin
consultar con sus comunidades. Y es irresponsable que no se considere su
impacto patrimonial (arquitectónico y urbanístico) y ambiental (ecológico y
paisajístico), especialmente en Cali, que sigue creciendo rápidamente
demoliendo lo ya construido y sin el respectivo incremento de zonas verdes y
espacio urbano público, proporcional al número de sus habitantes. El patrimonio
construido y ambiental que representa el club San Fernando debe ser valorado
dentro de unos parámetros urbanos, arquitectónicos, ecológicos y paisajísticos,
pensando en la ciudad, y no solo en el negocio inmobiliario que su presidente está
tan ansioso de perpetrar dejando de lado nuestra responsabilidad con las
generaciones venideras, como nos reclama con justicia la SAPSO. Nuestro deber
es heredarles una ciudad funcional, sostenible, segura, limpia y gratificante,
para lo cual se precisan muchos mas árboles bellos en lugar de mas negocios
feos.
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