A la memoria de Gino Faccio
Son muchas
las películas en las que la arquitectura o la ciudad han jugado un papel
primordial. Desde Intolerance, de David
Wark Griffth, de 1916, o Das Kabinett des Doktor Caligari, de Robert Wiene, de
1920, o Metropolis, de Fritz Lang, de 1926,
hasta la reciente y divertida el Quinto Elemento de donde parecen haber
salido las “divas” que emergerán próximamente a la orilla del Río sin tener
nada que ver con Cali. Son producto de ese afán, que nuestro alcalde no puede
ver, de adornar la ciudad con la disculpa de un arte auto proclamado tal, y
cuyo peligro por supuesto es que se vuelvan permanentes como pretende
alegremente su desconocido autor con el aplauso ingenuo de la prensa local.
La gran mayoría de
las películas están ambientadas en edificios o ciudades y con frecuencia nos
muestran vistas novedosas u ocultas. Por ejemplo en las últimas de James Bond o
Misión Imposible pudimos ver la magnífica arquitectura barroca de Praga o los
insólitos palacios “italianos” de la imperial San Petersburgo en la
desembocadura del helado Neva, en cuyas escalinatas “suceden” escenas claves de El Acorazado Potiomkin de
Serguei Eisenstein, de 1925, pese a que en realidad fueron filmadas en Odesa.
¿Cuantas se ha filmado en París? Incluso las hay que no salen de una casa o un
simple apartamento como la memorable Ventana Indiscreta de Alfred Hitchcock, de
1954. O una con Kirk Douglas basada en
un episodio pasional de la vida de Frank Lloyd Wright y filmada en su bellísima
Hanna Residence, de 1936, conocida como Honeycomb, y hoy casa de huéspedes
ilustres de la universidad de Stanford en California.
¿Como
filmar a Francisco I sin su castillo de Chambord? ¿O a Diana de Poitiers sin el
de Chenonceau, cuya espectacular galería de dos pisos fue su idea que el
arquitecto Philibert de l´Orne la apoyara en el puente de cinco arcos que
cruzaba el río Cher, pero que fue costeada por Enrique II para sufrimiento de
la celosa Catalina de Médicis, su esposa ? ¡Todo un rollo! ¿O a Luis XIV, el
Rey Sol, sin Versalles? ¿O a Isabel y
Fernando (tanto cabalga tanto Isabel como Fernando) sin la muy francesa
catedral de Burgos, al principio, o la maravillosa Alhambra mora de Granada al
final? ¿Qué haría Woody Allen sin su Nueva York? Muerte en Venecia de Thomas
Mann, filmada por Luchino Visconti en 1971, es Venecia. La Dolce Vita, de
Federico Fellini, de 1960, es en Roma, como diez años después Roma, de 1972,
fue solo Roma. Lo mismo que El Portero de Noche de Liliana Cavani es Viena.
¿Qué hubiera quedado de Hitler sin Albert Speer o Leni Riefenstahl ? Ni los
western-spaghetti se salvan de su respectivo pueblo de tablas y estructura de
balloon frame.
Por
supuesto se han rodado algunas películas en Cali o, mejor, por caleños. Se
llego a hablar de Caliwood. Pero la verdad es que no se ha hecho ninguna “en”
la ciudad y menos aun “sobre” la ciudad; las de los VII Juegos Panamericanos
fueron sobre los juegos. Tal vez Gino Faccio nos habría ayudado a entender las
dificultades de hacerla. Y seguramente sabría de donde salió la diva de El
Quinto Elemento y de donde las tres dudosas de Cali. El cine (como la
literatura) ilumina el acontecer no solo de los ciudadanos, como piensan
nuestros noveles cineastas, sino también el de las ciudades, como poco se dan
cuenta nuestros jóvenes arquitectos.
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