A mala hora la del Valle se fue al
lejano sur. A mala hora casi todas las demás universidades, colegios y
principales centros comerciales siguieron sin imaginación su mal ejemplo. A
mala hora el Deportivo Cali sacó su estadio de Cali. A mala hora la Cámara de
Comercio quiere un Centro de Eventos en la ciudad de Yumbo para que sirva a la
ciudad de Cali. A mala hora los municipios vecinos han dejado que se construyan
en ellos urbanizaciones que serán habitadas por caleños. A mala hora quiere
Camacol que se permita construir en los viejos ejidos. Cada vez que se extiende
innecesariamente su perímetro urbano, Cali pierde. Los que están acabando con
la ciudad, en tanto que artefacto, y nada hacen por consolidar el valle del
Alto Cauca, como sistema de ciudades, no distinguen entre ciudad y conurbación.
O simplemente no les importa y para satisfacer sus intereses, muchas veces solo
mezquinos grandes negocios, propician su dispersión en la comarca lo que es
fatal para ciudades con centros históricos tan pequeños y precarios como los
nuestros.
Es lamentable la
ciudad –y la vida- que unos cuantos políticos, lideres cívicos, terratenientes,
constructores y arquitectos le están dejando a los hijos de los demás, mientras
procuran que los propios se vayan al menos a Bogotá. Se aprovechan de la
ignorancia de los que siguen la penúltima moda entregados al peor de los
modelos norteamericanos de urbanización. El de la descentralización a la loca,
el suburbio de mentiras, la casa repetida idéntica hasta la náusea, la
seguridad antipática de los conjuntos cerrados, los grandes automóviles
particulares como de mafioso, el centro comercial insulso o maquillado con mal
gusto, el supermercado que vende marcas mas que productos, la comida mala y
rápida, las pequeñas zonas verdes retaceadas y sin animación, el uso frívolo de
los celulares y los videojuegos y la televisión embrutecedores. Se trata del
asentamiento urbano menos urbano pero mas consumidor de energía, y de ahí el
mas contaminante, y el mayor destructor del paisaje natural y campesino que
jamás haya existido. Ni campo de verdad ni ciudad autentica, pero con muchos de
sus inconvenientes sumados de uno y otra, y casi ninguna de sus ventajas.
Lo sensato sería potenciar nuestro
sistema de ciudades impidiendo a toda costa su conurbación y desarrollando
decididamente su interconexión férrea y vehicular. Disponer los equipamientos
urbanos regionales entre Cali y Palmira, cerca a la Recta, en donde ya está el
aeropuerto, o a la vieja carretera, donde está Cavasa. O, mejor, en Buga, que
debería ser la capital del Departamento. Congelar los perímetros urbanos de
todas las poblaciones. Expropiar los lotes de engorde. Aumentar la densidad
habitacional sin caer en la trampa de las construcciones innecesariamente altas
(con casas de dos o tres pisos, y edificios de cinco a siete pisos basta y
sobra). Fortalecer los centros urbanos (como afortunadamente se está haciendo
con el nuevo centro comercial en El Centenario en Cali). Desestimular el uso
del carro. Obligar a que los ensanches sean verdaderos barrios de densidades
medias y a que los suburbios las tengan muy bajas. Y prohibir ese despropósito
que es construir la vivienda, llamada ingenua o cínicamente de interés social,
en un piso a las afueras de ciudades y pueblos; y mucho menos en sus ejidos.
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