En todas partes las ciudades y pueblos
premodernos son cómodos y duraderos, y la industria del turismo, tan importante
en la actualidad, esta basada, en gran parte, en su belleza. Esta suele ser
resultado de sus requerimientos funcionales y posibilidades constructivas, y no
apenas de una “voluntad” formal. Obedece a cánones establecidos en un lento y
colectivo proceso de prueba y error. Y aunque la arquitectura moderna reemplazo
la larga sucesión de los cánones establecidos en Occidente por unos nuevos,
estos permitieron a muchos arquitectos comunes hacer buena arquitectura. Un
conjunto de reglas introducidas detrás de cada buen edificio o espacio urbano
es evidente. Pero la crisis de los estilos, desatada por el posmodernismo en
la segunda mitad del siglo XX, llevó a que se perdiera la noción misma de
canon; y ha sido desastroso: no es sino ver.
Habría que buscar unas nuevas
reglas que deberían surgir, a diferencia de la arquitectura vernácula, que es
una pericia artesanal (oficio meramente mecánico), de un análisis estético (que
trata de la belleza y la teoría del arte), y tecnológico (conjunto de los
conocimientos propios de un oficio) de los hechos culturales, sociales,
económicos, políticos, antropológicos, urbanos, arquitectónicos y constructivos
de nuestras ciudades y edificios. Y producir desde patrones, modelos y tipos
hasta escuetas normas. La canónica, una de las cuatro formas de proyectar
construcciones (Geoffrey Broadbent: Metodología del diseño arquitectónico,
1966) abarca la tipológica y la analógica. Sería una búsqueda abierta que
confronte a teóricos, críticos y profesores de arquitectura interesados en el
tema.
Nuestra arquitectura debería
ser: Contextual: casi toda se hace en ciudades ya construidas. Sostenible:
ecoeficiente en su construcción y mantenimiento, pues somos un país pobre,
bioclimática para aprovechar mejor nuestros climas, de bajo consumo de energía
y agua potable para no desperdiciarlas mas, y no contaminante mediante el
reciclaje de aguas servidas y basuras. Funcional: pero no solo
ergonómica sino también confortable. Segura: debe evitar los incendios,
ser sismorresistente, fácilmente evacuable, no causar accidentes y carecer de
barreras arquitectónicas. Reciclable: flexible para ajustarse a la
variabilidad de las necesidades y expectativas de sus usuarios, transferible
pues estos cambian pronto, y adaptable para facilitar posteriores
transformaciones en su uso e imagen. Significativa: debe ser,
finalmente, evocadora de las tradiciones y la memoria colectiva pero innovativa
para que emocione.
Propósitos que se
puedan reagrupar, ampliar y cuestionar, y que serían tan útiles como los de
Christopher Alexander (Un lenguaje de patrones, 1977), o Ernest Neufert (El
arte de proyectar en arquitectura, 1982). Deberían producir rápidamente unos
rasgos definitorios de nuestras arquitecturas y urbanismos que nos permitan
recobrar en cada lugar, tiempo y circunstancias lo mejor de lo perdido -los
ejemplos paradigmáticos- y disponer de lo mejor de lo nuevo –los recursos e
imágenes innovadores-. Nos ayudarían a identificarnos en un mundo que inevitable
pero peligrosamente es cada vez mas uniforme. Por supuesto es necesario
reflexionar ampliamente sobre cada tema y afinar las conclusiones para que sean
puestas a prueba y permitan reiniciar el proceso.
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