El confort no se consideró directamente
en la gran arquitectura premoderna, que, como termino diciendo el niño terrible
de la arquitectura norteamericana, Philip Johnson, quien murió en su ley el año
pasado, es “el arte de cómo desperdiciar el espacio”. El Gran Templo de Amón en
Karnak, por ejemplo, o Santa Sofía, Notre Dame o San Pedro, pero tambien el
Escorial o Versalles, incluso nuestro Capitolio, que sin duda que son el gran
arte de “desperdiciar” bellamente el espacio en honor a dioses y poderosos.
Pero con la arquitectura moderna, la funcionalidad se volvió un objetivo de
primer orden.
De ahí el ruidoso fracaso de Rem
Koolhaas en la Casa de la Música de Porto, engañoso edificio que nada tiene que
ver con esa bellísima ciudad que se inclina emocionada hacia el agua, igual que
Coimbra y Lisboa y como Estambul. En él no solo se desperdicia por completo
buena parte de su espacio construido, pues no se puede ni siquiera ver, sino
que sus escaleras y salidas nada funcionales son peligrosas y ya ocasionaron
ligeros accidentes, los que serian fatales en una evacuación de emergencia.
Y todo no para
enaltecer al hombre si no para seguir en la cresta de la moda de las cosas
torcidas caprichosamente, de la preferencia innecesaria de los metales
brillantes, y del uso inconveniente y agobiador del vidrio, fomentado por sus
fabricantes, desde luego. Koolhaas omite allí que el arte de cómo usar
bellamente el espacio está en lo emocionante de los ambientes que se logran en
la realidad y se contenta con la imagen mentirosa de sus formas y volúmenes para
que se vean descrestadores en concursos y revistas.
La gente se cae en esas escaleras
de la Casa de la Música, impactantes, es verdad, porque no cumplen con el
estándar de pasos de 0.29 y contrapasos de 0.17 (si no se especifica es que son
metros). Los hombres y mujeres presentan diferentes tallas pero fueron las mas
frecuentes entre los anglosajones las que terminaron por imponerse globalmente.
Son los que mas las han estudiado y actualizado, y las que se repiten en los
textos de consulta en todas partes. Y la verdad es que su comodidad y seguridad
está para todos por allí.
Cuando se definió un
sistema de coordinación modular para la construcción masiva de viviendas,
después de la II Guerra Mundial, se acordó un modulo básico de 0.10, que iguala
los dos principales sistemas de medidas existentes (el métrico-decimal y el de
pie-pulgada) y se ajusta a la relación del cuerpo humano con muebles y
recintos, como los ineludibles 0.60 de ancho del mesón de la cocina, los 0.90
de altura de una baranda, o los 0.60 de profundidad de un armario empotrado; en
fin, las medidas mas comunes de muchos componentes usados en la construcción
pueden ser múltiplos o submúltiplos de 0.10.
Pero las casas de
Mario Botta en el Ticino, por ejemplo, son bellas y serenas en buena parte por
que presentan bloques a la vista de 0.30 x 0.15 x 0.15, medidas modulares
cercanas a las ideales para las escaleras, y por tanto a las del cuerpo humano
y sus movimientos. Sin embargo son los de 0.40 x 0.20 x 0.20 los mas usados en
muchas partes, como en Colombia, pues se prefieren por ser mas baratos, y por
supuesto aquí lo común es la “descoordinación” modular y el desperdicio de
materiales. Seguimos sometidos a dioses inexistentes y a poderosos tangibles:
los negociantes de ahora.
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