En Colombia hoy casi todo es un
negocio; y así ha sido casi siempre en casi todas partes. Lo malo es cuando son
solo objeto o materia de una ocupación lucrativa o de interés, especialmente
cuando lo son con el dinero de los contribuyentes y peor cuando terminan o,
mejor, comienzan, como negociados. Desde las guerrillas subversivas que
claudicaron ante el negocio ilícito y escandaloso de la extorsión y el secuestro
y hacerse gratis a la tierra, hasta las autodefensas que terminaron en lo mismo
después de haber surgido por la insuficiencia e ineficiencia del ejercito, cuya
compra de mas armamento y suministros siempre ha sido también un negocio. Y si
los tres subsisten (bastaría con un pequeño ejercito profesional) es porque la
inútil prohibición del ancestral consumo de drogas, que continua aumentando en
los países consumidores, lo convirtió en un gran negocio, y eso que aquí
únicamente llega una pequeña parte de sus enormes ganancias. Y la delincuencia
común no es mas que un negocio ilegal o violento. Pero lo mas grave es que la
política en Colombia también es cada vez mas solo un sucio negocio de
corrupción y clientelismo. Lo acabamos de ver.
Por eso muchas escuelas, colegios y
universidades son solo un negocio. La salud publica se volvió otro mas y el
aborto clandestino siempre lo fue. El sexo es todo un rico negocio. La
permanente pavimentación-demolición-nueva pavimentación de La Recta es un negocio.
Los cuatro puentes terminados sobre el rió Cauca que no se pueden usar por que
dizque no se han podido negociar los predios para sus accesos son otro negocio.
Los muchos sin terminar o que recién se inician, regados por todo el
Departamento, son un negocio, como lo es la iluminación de vías por las que
nadie circula de noche. Los sistemas de transporte colectivo que de repente se
comenzaron a hacer sin ton ni son en varias ciudades son un negocio. El Mio es
un negocio que desafortunadamente desplazo el del tren ligero, en lugar de ser
parte del mismo, y cada vez es mas claro que en sus decisiones se privilegia el
negocio y no el servicio y mucho menos la ciudad en tanto que artefacto y menos
aun como obra de arte colectivo. El arte se volvió un negocio pero el basuro
lamentablemente no.
Con los UPACS la
vivienda se volvió mas negocio que arquitectura. Las curadurías urbanas con las
que se pretendió solucionar la ineficiencia y corrupción de las Oficinas de
Planeación fracasaron pues se concibieron mas como negocios que como órganos de
control. Las reglamentaciones urbanas se negocian. Los policías acostados son
al parecer mejor negocio que tapar huecos pues se escuda en su solicitud por
parte de los que también exigen puentes peatonales ignorado que con semáforos
sincronizados no serian necesarios unos y otros. ¿Será que estos no son un buen
negocio? Por supuesto la propaganda que invade abusivamente el espacio público
de nuestras ciudades, incluyendo la imbécil de los políticos, es un negocio. Y
la iluminación y adornos navideños otro, y tal parece que entre mas grotescos
mejor. Las reinas son un negocio real y nadie se decide a acabar la cabalgata
de Cali simplemente porque nuestra ordinariez, vulgaridad y salvajismo son
sendos negocios. Lo único que no es negocio es señalarlos (y se puede volver un
mal negocio) pero su denuncia con frecuencia es un asunto de negocios.
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