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Negocios. 23.03.2006


En Colombia hoy casi todo es un negocio; y así ha sido casi siempre en casi todas partes. Lo malo es cuando son solo objeto o materia de una ocupación lucrativa o de interés, especialmente cuando lo son con el dinero de los contribuyentes y peor cuando terminan o, mejor, comienzan, como negociados. Desde las guerrillas subversivas que claudicaron ante el negocio ilícito y escandaloso de la extorsión y el secuestro y hacerse gratis a la tierra, hasta las autodefensas que terminaron en lo mismo después de haber surgido por la insuficiencia e ineficiencia del ejercito, cuya compra de mas armamento y suministros siempre ha sido también un negocio. Y si los tres subsisten (bastaría con un pequeño ejercito profesional) es porque la inútil prohibición del ancestral consumo de drogas, que continua aumentando en los países consumidores, lo convirtió en un gran negocio, y eso que aquí únicamente llega una pequeña parte de sus enormes ganancias. Y la delincuencia común no es mas que un negocio ilegal o violento. Pero lo mas grave es que la política en Colombia también es cada vez mas solo un sucio negocio de corrupción y clientelismo. Lo acabamos de ver.
            Por eso muchas escuelas, colegios y universidades son solo un negocio. La salud publica se volvió otro mas y el aborto clandestino siempre lo fue. El sexo es todo un rico negocio. La permanente pavimentación-demolición-nueva pavimentación de La Recta es un negocio. Los cuatro puentes terminados sobre el rió Cauca que no se pueden usar por que dizque no se han podido negociar los predios para sus accesos son otro negocio. Los muchos sin terminar o que recién se inician, regados por todo el Departamento, son un negocio, como lo es la iluminación de vías por las que nadie circula de noche. Los sistemas de transporte colectivo que de repente se comenzaron a hacer sin ton ni son en varias ciudades son un negocio. El Mio es un negocio que desafortunadamente desplazo el del tren ligero, en lugar de ser parte del mismo, y cada vez es mas claro que en sus decisiones se privilegia el negocio y no el servicio y mucho menos la ciudad en tanto que artefacto y menos aun como obra de arte colectivo. El arte se volvió un negocio pero el basuro lamentablemente no.
Con los UPACS la vivienda se volvió mas negocio que arquitectura. Las curadurías urbanas con las que se pretendió solucionar la ineficiencia y corrupción de las Oficinas de Planeación fracasaron pues se concibieron mas como negocios que como órganos de control. Las reglamentaciones urbanas se negocian. Los policías acostados son al parecer mejor negocio que tapar huecos pues se escuda en su solicitud por parte de los que también exigen puentes peatonales ignorado que con semáforos sincronizados no serian necesarios unos y otros. ¿Será que estos no son un buen negocio? Por supuesto la propaganda que invade abusivamente el espacio público de nuestras ciudades, incluyendo la imbécil de los políticos, es un negocio. Y la iluminación y adornos navideños otro, y tal parece que entre mas grotescos mejor. Las reinas son un negocio real y nadie se decide a acabar la cabalgata de Cali simplemente porque nuestra ordinariez, vulgaridad y salvajismo son sendos negocios. Lo único que no es negocio es señalarlos (y se puede volver un mal negocio) pero su denuncia con frecuencia es un asunto de negocios.

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