Esta casa de fin de semana cerca a
París, diseñada por Le Corbusier en 1928 y antecedida solo por la Bauhaus, es
una de las obras mas influyentes de la arquitectura del siglo XX. Con ella se
termina el ciclo de sus “villas blancas” y allí están, juntos, los cinco puntos
de su nueva arquitectura (el edificio sobre pilotes; la cubierta jardín; la
planta libre; las ventanas corridas y las fachadas independientes de la
estructura) además del blanco y la planta casi cuadrada. Los concebía como
contrarios a lo tradicional, y posibles por el hormigón armado. Construida de
1928 a 1931 pronto hubo que reparar la impermeabilización y la calefacción, y
la guerra la dejó muy deteriorada. En 1958 fue expropiada por la ciudad de
Poissy, que la cedió al Estado en 1962 después de casi demolerla para construir
un instituto, lo que impidieron los arquitectos franceses. Fue restaurada entre
1963 y 1992, y declarada Monumento Histórico. En 1997 le restituyeron los
colores originales (no era toda blanca), y se rehabilitó el pabellón del
guarda.
Le Corbusier describe a los
Savoye como “sin ninguna idea preconcebida: ni modernos ni antiguos” pese a que
lo escogieron por una de sus obras. A partir del anteproyecto elegido buscando
ajustarse al presupuesto, logra en el exterior “un deseo arquitectónico”
mientras satisface en el interior “todas las necesidades funcionales”. Mas
tarde afirmaría que la arquitectura académica había sido superada y que su
destino era “el ordenamiento de la época presente”. “¡Ahí está el estilo!”
concluyó. Su proyecto, “a pedido”, lo usual en la arquitectura moderna pese a
su pretendida estandarización, satisface caprichos de la señora Savoye como “un
entarimado de formas geométricas” y un cuarto especial para su hijo,
compartiendo el baño con los invitados. El resultado es algo enredado pero se
destaca el estupendo baño principal y el amplio salón que se abre a través de
puerta-ventanas acristaladas al “jardín colgante”, todo un patio en la segunda
planta, introduciendo el sol “en el centro mismo de la casa”.
Le Corbusier invita a
mirar cómo los pilares de la planta baja parten el paisaje regularmente suprimiendo
la noción de adelante, atrás o al lado: “la casa es una caja en el aire,
abierta a todo el perímetro, sin interrupción, […] en medio de las praderas que
dominan el vergel” pero al estar “posada […] como si fuera un objeto” su
emplazamiento hubiera sido mejor en una ligera elevación. Al segundo piso se
llega por una rampa “suave” (que no lo es) “casi sin darse cuenta”, la que,
desde el “jardín colgante” y ya por el exterior, conduce al solarium, en la
cubierta, donde un vano apaisado permite ver el Sena. Pero es una escalera la
que une sus tres pisos, pues para él la casa era una “machine à habiter” (para
habitar con comodidad). Sin embargo, en su hermoso patio los Savoye hubieron
podido vivirla también con emoción, pues al parecer nunca pudieron vivir en
ella. Hoy Las Horas Claras, mas conocida como la Villa Savoye (Saboye o
Savoie), es un museo. Su sencillo canon irradió por todas partes su contundente
belleza, como en la Casa Domínguez en Cali, de 1956, ya demolida, de Lago y
Saénz.
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