Desde la antigua Grecia han sido inseparables. Sin
embargo la decisión de tener alcaldes elegidos, que en Colombia apenas se tomo
hace unas décadas, no ha significado aquí ni mas democracia ni mejores ciudades
pues no iba de la mano de la educación de los ciudadanos. Pero el ejemplo de
Bogotá, primero y Medellín, después, demuestra que si se puede y que a la
larga, como se comprueba a lo largo del mundo, es mejor. Pero para lograrlo,
además de buscar mejores programas de gobierno y candidatos con experiencia y
conocimiento de las ciudades, tendríamos también que formar mejores electores.
Mejores ciudadanos, que fueron los que escogieron en Bucaramanga a Montoya, en
Bogotá a Mockus y a Peñalosa, y en Medellín a Fajardo, por ejemplo. Las
campañas mismas tendrían que ser educativas; plantear, explicar y debatir los
diferentes programas que se proponen, para que los ciudadanos entiendan por que
se debe votar por ellos y no por los que solo repiten lugares comunes, se
cuidan de lo políticamente correcto o formulan promesas para lo que la gente
suele pedir sin pensarlo.
Y desde luego habría
que enseñarles a los futuros ciudadanos desde la escuela primaria lo que han
sido las ciudades en la historia, mostrarles documentales de las mas
importantes del mundo y llevarlos de excursión a visitar las mas cercanas
(ahora ni siquiera autorizan a los niños de las escuelas públicas de Cali a ir
al Museo del trasporte, que desde luego queda en Palmira) y mostrarles
ampliamente la propia. Instruirlos en urbanismo y urbanidad para que entiendan
que son ellos los que tienen que escoger, ya mejor informados, como quieren que
evolucionen sus ciudades. Mucho se ha argumentado y con razón en contra del
voto obligatorio pero sin duda en nuestro ámbito municipal si debería serlo por
un tiempo. Pero sobre todo es necesaria la reelección de alcaldes por periodos
sucesivos, la que los políticos insisten en prohibir justamente para poder
turnarse el poder a su acomodo. Por lo contrario, se debería limitar la actual
reelección indefinida de concejales. Y habría que modernizar todo el sistema
electoral.
Carecemos de una buena cultura
urbana pues éramos hasta hace poco un país rural. Lo reciente, grande y
acelerado de su urbanización no ha dado tiempo para la formación de ciudadanos
que sepan elegir y por lo contrario nos a llevado a muy graves equivocaciones,
como lo hemos vivido en Cali recurrentemente con sus últimos alcaldes. De otro
lado, no entendemos todavía que tenemos que cuidar nuestras ciudades
tradicionales lo que sería aun muy fácil si entendemos que el verdadero
progreso consiste en actualizarlas sin destruirlas. Pensemos que son nuestras y
que pasamos en ellas todo el día de casi todos los
días de muchos años y con frecuencia la vida toda. Que tenemos que hacerlas más
eficientes y agradables para circular, educarse, trabajar, descansar y
recrearse. Para poder manifestarnos seriamente a favor o en contra de lo que
nos proponen los políticos, y nos gobernemos localmente con una verdadera
democracia participativa pues las ideas tienen más fácil difusión y discusión
en un medio apropiado, como lo son las ciudades de verdad.
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