Dice el arquitecto Francisco Zornosa
con toda la razón que lo peor que se le ha hecho a la ciudad fue rellenar ese
bellísimo, sonoro y profundo recodo del Río Cali en donde él alcanzo a nadar de
adolescente no hace tanto. Y, tambien con la razón toda, reclama que a nadie le
ha importado, antes ni ahora, pese a que es una de las causas de las
inundaciones posteriores pues les servia de freno. La realidad es que los
caleños actuales no se percatan de que debajo de La Tertulia corría el agua y
muchos ni siquiera saben en donde queda este museo de arte moderno ni para que
sirve, ni que en las orillas del río se lavaba ropa hasta hace pocos años.
Ahora lo único que se nos ocurre hacer con su emblemático cauce es llenarlo
torpemente de adornos y luces de creciente mal gusto en cada diciembre para la
feria.
Desde luego la
inevitable prolongación de la Avenida Colombia hacia el occidente se habría
podido hacer mediante un puente de tablero mínimo y una sola luz, como el viejo
y bello puente de El Peñón, para no tener que elevarlo como los esperpentos sin
terminar pero ya deteriorados de la “falla” vial del Valle. Y La Tertulia habría
podido quedar concentrada al lado del agua en donde el arquitecto Manuel Lago
hizo su último y tan desafortunado edificio. Esto habría dejado intacto el
Charco del burro para que las generaciones posteriores supieran en donde
aprendieron a nadar su padres y abuelos y que por allí pasaba, justamente por
el medio del imponente despeñadero en el que el rió recostaba sus aguas de alta
pendiente, el camino a ese Pacifico de donde vienen muchísimos de los actuales
pobladores de la ciudad. Cali habría podido conservar algo único en el país.
Bogotá, por lo
contrario, con el llamado Eje ambiental de los arquitectos Rogelio Salmona y
Luis Kopec ya recuperó en la Avenida Jiménez la presencia en su superficie del
Rió San Francisco, a mala hora entubado, mediante una amplia atarjea que la
recorre a todo su largo. Aquí tambien sería posible, por supuesto, hacer un
estanque entre los edificios de La Tertulia y el barranco que les sirve de
fondo, alimentado, como en el caso de Bogotá, con agua del mismo rió. Seria
similar al que separa las diferentes sedes de las embajadas de los países
nórdicos en Berlín, o al que rodea la Biblioteca Virgilio Barco en Bogotá,
también de Salmona, pero mucho mas sencillo y de lejos muchísimo menos costoso
que la majestuosa y enorme plaza del Carnaval que los pastusos si se atrevieron
a hacer para rescatar el centro de su ciudad.
En lugar de repetir
estudios para el Centro como acaba de hacer el actual secretario no de
Planeación si no de Gobierno (!), que descubren otra vez el agua tibia, se
debería invertir en alguno de los muchos proyectos concretos que existen para
la recuperación del Río Cali. Pero estos se ignoran pues al parecer lo
importante no son las obras si no devolver atenciones. En el Charco del burro
terminaba Cali cuando era una pequeña pero digna capital pero ahora, que mas
que ciudad es un enorme asentamiento, su centro comienza por este costado
precisamente en La Tertulia. Ocuparse de este sector, como lo concluye el Plan
del Centro Global de la anterior alcaldía, que recogió casi todo lo propuesto
antes, conservando la memoria del Charco del burro y del camino a Buenaventura,
sería comenzar a volverla otra vez ciudad.
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