Como diría Karl Popper, preguntar qué
es el gusto es tan inoficioso como preguntar que es la vida. Lo importante son
los hechos y las hipótesis que, mediante su critica y la experimentación, poco
a poco dan cuenta de ellos. Se dice del gusto (del latín gustus ) que es la
"facultad de sentir o apreciar lo bello o lo feo" o, “la cualidad,
forma o manera que hace bella o fea una cosa” pero también es la "manera
de apreciar las cosas cada persona". El mal gusto, por ejemplo, imposible
de definir, tiene que ver probablemente con lo falso, el desorden, la
promiscuidad, la redundancia y el facilísimo; también con el horror al vacío,
la soledad, el silencio, lo blanco, lo sencillo o liso, a lo recto,
equilibrado, vertical u horizontal, a lo continuo...en general, lo contrario
del buen gusto… pero no siempre.
Hasta donde sabemos,
el hombre es en el universo conocido el único ser auto consciente y por eso hace
ciencia. Pero también crea arte, lo que no es tan claro, si bien comparte con
otros animales el gusto en el sentido de que elige ¿todos quizás? Prácticamente
todas sus decisiones, a excepción de las científicas, y eso, están determinadas
en buena parte, si no totalmente, por el gusto (los matemáticos y físicos
teóricos hablan de simetría y belleza). Cuantos no escogemos las cosas por el
empaque: desde las mujeres y hombres hasta los remedios y carros; en eso se
basa la trampa de la publicidad y el mercadeo. Detrás de nuestras vestimentas
(en realidad la mayoría son disfraces), comida, costumbres, muebles y adornos,
casas y ciudades está agazapado nuestro gusto particular.
Hace unos 35.000 años
cuando el hombre actual sustituyo en Europa Occidental al de Neanderthal,
comenzaron a aparecer objetos de joyería y pinturas en cavernas en lo que
actualmente es España y Francia, patrón que se repitió por todas partes (The
Economist: The biology of art. Abril, 1999). La aparición del homo sapiens
coincide con la del arte lo que, de diversas maneras, implica el gusto. Algunos
piensan que se trata de un mero accidente en el proceso del conocimiento humano
que permitió que estos nuevos hombres, ya erguidos, vieran el mundo de una
manera diferente lo que les hizo posible aumentar considerablemente las
posibilidades de seleccionar y escoger, y de hacer representaciones mágicas de
ese mundo, las que lo llevaron a crear arte. Es claro que cambios como estos
explican el éxito de la especie, que dejo atrás otros homínidos, y su
predominio en el planeta.
Pero ¿como conciliar
la libertad y el individualismo, propios del arte, cuando se realiza en
espacios públicos, por ejemplo? Es fácil comprobar que las diferentes culturas
no solo hablan diferentes lenguas sino que habitan mundos sensorios distintos
(Edward T. Hall: La dimensión oculta, 1966); la tamización cultural selecciona
lo que se percibe a través de los sentidos evidenciando unas cosas y ocultando
otras. El uso que el hombre hace del espacio, y en consecuencia de las ciudades
y edificios, se debe a este proceso de selección que da forma al gusto
participando de un moldeamiento mutuo. Así lo percibió con lucidez Sir Wiston
Churchill cuando se opuso a la construcción de un nuevo edificio para
reemplazar Las Casas del Parlamento (1835), de Sir Charles Barry, muy dañadas
durante la guerra; no quería que la arquitectura modificara a la política.
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