Ya se aprobó la Pieza norte del POT de
Cali. Y, en contra de lo que sensatamente había logrado el arquitecto Juan
Carlos Ponce de León cuando fue director de Planeación, se elevó de nuevo la
altura máxima a 12 pisos en unos suelos que son casi tan malos como los del
sur, en donde cada vez que tiembla los edificios altos siempre sufren daños, a
veces considerables como pasó en el último. Es decir que este tipo de edificios
serán allí mucho mas costosos para que sean sismorresistentes, además de que
congestionaran las calles, se espiaran unos a otros, taparan el cerro e
impedirán el paso de las brisas de la tarde. Es como si no se hubieran dado
cuenta de cómo fue que permitimos que Normandía y Santa Rita, por ejemplo, se
convirtieran en lo que se convirtieron o que simplemente no lo ven.
Y aprovecharon para
meter el mico de que los Planes parciales tengan que pasar por el Consejo para
su aprobación, pese a la politiquería y corrupción que esto abre, en lugar de
ser tratados como un problema técnico manejado por Planeación y vigilado, ahí
si, por los ediles. Estos se deberían ocupar en cambio de que se mejoren las
normas urbanas y arquitectónicas de Cali, que lamentablemente aun son ambiguas
y contradictorias y que pese a ser demasiadas son paradójicamente incompletas.
Es el caso de las que tienen que ver con la fácil y segura evacuación de los
edificios, como corresponde a una zona de alto riesgo sísmico, que son
insuficientes y ya anticuadas, con el resultado de que las escaleras de
emergencia, si es que las hay, son lo primero que se cae o se llena de humo,
como pasaría en el Cam si se incendia.
También
fue equivocado que prohibieran construir en los parqueaderos de los centros
comerciales, cuando por lo contrario seria beneficioso para la ciudad que así
se hiciera para evitar la fea imagen de grandes y sosas bodegas en medio de una
mar de carros que actualmente tienen. No entendieron que es mucho mejor que sus
edificios formen paramentos hacia las calles y que los carros queden adentro
ocultos a la vista; pero desde luego no en la fachada como torpemente lo
hicieron en Cosmocentro apropiándose del antejardín, aunque, pese a esto, es
preferible al feo estacionamiento que allí había. Otra cosa sería si sus
parqueaderos fueran todos arborizados y con pisos semiduros en cuyo caso si es
pertinente evitar que desaparezcan, como son los de Unicentro, pero es caso único
en la ciudad. Es el revés del progreso.
Preferimos
los parqueaderos a los edificios. Los centros comerciales al centro de la
ciudad. El supermercado y el minisuper a la tienda de esquina y la plaza de
mercado. Las “torres” en cualquier parte, con sus horribles culatas permanentes
y voladizos invasores, a las bellas calles paramentadas y de alturas medianas y
parejas en cada barrio. Las sosas zonas verdes abandonadas, a las plazas y
parques. Los edificios de vivienda que parecen monumentos y las gobernaciones y
alcaldías que parecen oficinas, a las casas sencillas y los monumentos de
verdad. La conurbación que vuelve calles las carreteras y remedos de autopistas
las calles, a la ciudad rodeada por el campo. Con la preeminencia de Estados
Unidos cambiamos a París por Miami, abandonamos el milenario modelo de la
ciudad clásica europea y demolimos como cualquier nuevo rico todo lo que de
repente nos pareció vergonzoso.
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