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El parque del Perro. 01.11.2007


Este reconocido patrimonio urbano de Cali está en un sector de estrato 5, donde se pagan servicios y prediales altos, pero muchos de sus habitantes son personas mayores cuyo único patrimonio son sus viviendas. Allí solo se permite usar el 30% de las construcciones para otros usos, que no causen impacto ambiental, como boutiques, droguerías, artesanías, restaurantes, almacenes y pequeños negocios. El POT  explícitamente no permite casinos, tabernas, discotecas, bares, grilles, bailaderos, estancos, clínicas, centros médicos, etc.
Sin embargo se han otorgado licencias para restaurantes que en la práctica, con la complicidad de funcionarios corruptos, son bares y discotecas ilegales, tiendas que son estancos que permiten el consumo de licores en su interior pese a que está prohibido, e incluso lo venden a menores que los consumen en el parque. El ruido y el desorden del trafico son intolerables de miércoles a sábados por la noche, facilitando robos y atracos que hasta ponen en riesgo la vida de los que tienen que circular por ahí.
Obviamente la mayor parte de los que instalan esos negocios son arrendatarios que no viven en el sector, igual que sus arrendadores, por lo que ni unos ni otros están interesados en resolver los problemas de convivencia que causan. Obrando con nuestro recurrente individualismo, codicia y miopía, entorpecen cualquier acción colectiva que se quiera adelantar con la disculpa pueblerina de que es como el Parque de la 93 de Bogotá, pese a sus diferencias y como si este fuera la gran maravilla.
En el Parque del Perro se está violado el Código de Policía, el del Menor y el de Tránsito, el POT y las disposiciones del DAGMA, y, en ultimas, la Constitución Nacional que supuestamente garantiza el derecho a la vivienda digna. Así lo han denunciado sus vecinos, los que estaban en mora de entablar una acción popular pues en la mayoría de los casos el gobierno anterior no había enfrentado los problemas. Pero simplemente se necesitaba autoridad para hacer cumplir las leyes vigentes en la ciudad y el país, como ya se comenzó a ejercer.
Sin embargo, lo mejor sería terminar de convertirlo en una zona comercial, pero bien resuelta y no como se toleró en Granada, El Peñón o Ciudad Jardín, adecuándolo por valorización, y haciendo respetar las normas pertinentes. Seria asunto de un buen diseño de estacionamientos, andenes amplios y llanos, control de usos del suelo y desde luego vigilancia policial. Y por supuesto habría que re localizar y compensar en su calidad de desplazados a los propietarios que actualmente viven allí o cerca. Pero se precisa, además de autoridad, imaginación.
El Parque del Perro puede terminar en otro deterioro mas del espacio público de la ciudad, en donde la degradación de la vida urbana no es apenas por el abuso sino por la carencia de andenes o su adecuación incontrolada, o equivocada, como pasó en la Avenida Sexta y va a pasar en la Calle Trece con el Mio. Una solución de fondo, decidida y correcta, sin duda sería ejemplar para Cali. Pero hay que entenderla no solo como urbanística si no también como social y en el fondo política pues se trata de nuestra convivencia en la ciudad.


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