El libro de Antonio Vélez
(Homo Sapiens, 2006), que nos recomendó hace unas semanas Julio Cesar Londoño
en su columna de El Pais, no solo es muy interesante y ameno sino que nos ayuda
a entender muchas situaciones y conductas. Como la de muchos caleños en su
nueva ciudad. Para comenzar, los comportamientos del hombre son tanto
heredados, debidos a la selección natural hace miles de años, y por lo tanto
mas cercanos a los de un campesino, como puramente culturales y por lo tanto
propios de un urbanita (como se llama ahora a los ciudadanos) cuyos nuevas
maneras se deben en grado sumo a su experiencia urbana personal y la de sus
padres y abuelos, los que le traspasan una cultura urbana. De ahí que para que
no nos comportemos como animales encerrados en la que es llamada selva de
concreto por los que no entienden las ciudades, precisamente, no hay otra
solución que la educación generalizada sobre que son y como se usan: urbanismo
y urbanidad.
La Ciudad en la Historia (1961), o La
Cultura de las Ciudades (1938), de Lewis Mumford, debería ser parte de la
bibliografía básica de los universitarios. También sería conveniente que muchos
ciudadanos conocieran la teoría de las ciudades y su apasionante historia.
Sobre todo los que pretenden desempeñar cargos municipales o ser lideres
cívicos. Con Sibyl Moholy-Nagy (Urbanismo y Sociedad, 1968) nos podemos enterar
de que solo hay unos cuantos tipos de trazado de ciudades y sus diferentes
combinaciones, y en donde existen y cuando y por que se adoptaron. Y con Wolf
Schneider (De Babilonia a Brasilia, 1961), nos podemos informar de su lenta
evolución en el tiempo y su curioso desplazamiento en el espacio. Y, claro
está, es vital enterarse de su situación actual, la que podría resumirse con un
par de datos: por primera vez en la larga historia de la humanidad, mas de la
mitad de los mas seis mil millones de habitantes de la Tierra vivimos en
ciudades, y en Colombia alrededor de tres cuartas partes, y todo esto pasó en
el último medio siglo provocando graves problemas medioambientales.
Por su parte la urbanidad ya no es
solo que “los caballeros le ceden el anden a las damas”, pues la vida urbana
debe ser amable y placentera, sino primero que todo saber usarlos considerando
el desplazamiento de los demás, cruzar
caminando por las esquinas, y no corriendo por la mitad de las cuadras, y que
los señores, señoras o señoritas no suban sus carros en ellos. Es entender que
el peatón es el ciudadano mas importante de una ciudad y que debemos respetar a
los otros, ahora que estamos tan incómodamente juntos. Por eso tenemos que
aprender altruistamente a no ensuciar, dañar, alterar o perturbar el espacio
urbano, sobre todo el publico, que es de todos. Se ha atribuido a varios
personajes esa verdad de que el infierno son los demás, y en las ciudades
justamente estamos siempre en medio de ellos, pero es su comportamiento egoísta
el que las vuelve selvas y no el concreto. De ahí la urgencia de retomar la
urbanidad para lo cual hoy, como antes, es imprescindible conocer el urbanismo
de las ciudades. Y desde luego entender el comportamiento heredado y adquirido
de sus ciudadanos.
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