Muchos defensores del Mio confunden el
espacio urbano público con lo que van a poner en el. Creen que con 77
estaciones, 5 puentes vehiculares y 11 peatonales, en los corredores troncales,
635 cobertizos en los corredores
pretroncales y complementarios, y 5 terminales de cabecera y 4
intermedias, están mejorando las calles y avenidas de la ciudad. Olvidan que
sus andenes son vergonzosos e insuficientes y que Cali ha visto perder una a
una sus cinco hermosas alamedas de samanes para dar paso a los carros, primero,
y ahora a un Mio que si parece nuestro es solo por ser tan ignorante de la
cultura de las ciudades. Nos hablan de 343.000 metros cuadrados de andenes, lo
que apenas significaría unos 114 kilómetros, cuando solo el centro de la
ciudad, el mas necesitado de ellos, tiene unos 100. Y desde luego no se harán
en el centro sino en los corredores troncales. Si es que se hacen, pues como ya
quedo evidenciado en la inconclusa Carrera Primera, al menos la mitad quedará
para quien sabe cuando pues ya el atraso del Mio va para dos años.
Los andenes pasaron a ser
fundamentales desde que los vehículos invadieron las calzadas en el siglo XX.
Una ciudad en la que sus ciudadanos no se pueden encontrar en sus calles y
plazas no es tal. Decía Ortega y Gasset que la ciudad es ante todo ágora, discusión y elocuencia. “Griegos
y romanos decidieron separarse del campo limitando un trozo mediante unos
muros que opongan el espacio incluso y finito al espacio amorfo y sin fin. Un
pedazo de campo que se vuelve de espaldas al resto, que prescinde del resto y
se opone a él. Un espacio sui generis,
novísimo, en que el hombre crea un ámbito aparte puramente humano: el espacio
civil”. (La rebelión de las masas, 1930). El problema desde luego es que la
mayoría de nuestros ciudadanos son campesinos acostumbrados ellos o sus papas a
caminar a campo traviesa. Por eso en las calles lo hacen naturalmente por las
calzadas y poco reclaman andenes pues siguiendo sus costumbres de pueblo
piensan que son para trabajar o vender. Y cuando prosperan, se apropian de
antejardines y andenes con su gusto tradicional ya vuelto mal gusto.
De otro lado, nuevamente queda claro
que muchos de los que deciden y opinan sobre la ciudad no caminan por ella ni
les interesa, ni les importa que los demás no puedan hacerlo. No por nada
algunos incluso viven en barios sin andenes siguiendo una moda norteamericana
ya hace años pasada de moda, y pocos dudan en subir sus carros en ellos en
donde los hay. Prefieren caminar en los centros comerciales o jugar golf en el
bellísimo campo del Club Campestre en donde cuentan con todos los samanes que
uno pueda querer. Y desde luego prefieren hacerse los de la vista gorda ante
los problemas del TransMilenio, cuyo análisis nos ayudaría a evitarlos en Cali,
lo que es urgente pues pueden volverse un grave revés para la ciudad. Si es que
se han enterado pues ya no es de moda ir a la capital a montar en los buses
articulados como lo fue al principio. Quieren ser elocuentes pero no les
interesa la discusión pública sobre lo urbano -seria, amplia y sostenida-, y
evaden la critica pues la creen siempre negativa per se.
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