Contrario
a lo que decía Churchill de la democracia (el menos malo de los sistemas
políticos), lamentablemente la democratización del diseño profesional a lo
largo del siglo XX ha producido en el mundo lo menos bueno de su arquitectura.
Y a veces lo mas malo, sobre todo cuando finalmente las tradiciones vernáculas
desaparecieron casi del todo y cada vez fue menor la sabiduría de los
dirigentes. Especialmente en este país, con su cultura centrada solo en la
literatura y ahora en el espectáculo. Y donde la ignorancia, gusto y dinero
abundante e ilegal de las nuevas clases emergentes, debido a la penalización
inútil, corruptora y generadora de violencia de las drogas, han penetrado
nuestras tradiciones y comportamientos afectando no solo su política, economía
y sociedad si no también su arquitectura y sus ciudades
Y no solamente la práctica de la arquitectura si no incluso su
enseñanza. También ha significado la triavilización de su difusión masiva,
siguiendo las tendencias frívolas de la publicidad y la moda, en revistas de
decoración comerciales que aquí terminaron por reemplazar las de arquitectura.
Fotografías maquilladas que hacen aparecer los cielos mas azules de lo que rara
vez son, eliminación total de los contextos urbanos de los edificios, muebles y
objetos de almacén prestados para sesiones de fotografía en las que se elimina
todo vestigio de la vida real, ausencia general de planos o apenas alguna
planta elemental, y textos insulsos de mera promoción. Y en medio de tanta
ligereza y revueltas con tanta imagen tramposa, las excepciones, que no son
pocas, difícilmente cuentan.
Es urgente recomponer la relación
de los usuarios comunes, ya no con los constructores, como antes, sino con los
nuevos profesionales de la arquitectura, cada vez mas numerosos en el país.
Papel que hace medio siglo, desde los Upacs, han usurpado los negociantes de la
vivienda siguiendo el mal ejemplo de esas multinacionales que nos dicen que es
lo que necesitamos y que nos debe gustar, al punto de ser consideradas por Konrad Lorenz (Decadencia de lo humano, 1985) una de las
verdaderas amenazas a la humanidad, junto con la superpoblación y el uso de
combustibles de origen fósil. Y habría que añadir el daño que los edificios
innecesariamente grandes o repetidos idénticos y mal emplazados le hacen a las
ciudades, y su irresponsable derroche de energía y agua potable.
Igual que con la ecología, habría
que enseñar desde el colegio unas mínimas nociones de arquitectura, urbanismo y
urbanidad, y generalizar su debate abierto y permanente como sucede
exitosamente en otras partes. Democratizar su conocimiento. Esto les permitiría
a nuestros muy recientes ciudadanos disfrutar mas la vida urbana, usar mas
eficientemente sus ciudades y defenderlas, pues hoy hacen justamente lo
contrario. Debate en el que los artículos en la prensa sobre arquitectura y las
ciudades, los programas de televisión (algunos muy buenos se pueden ver ya en
Colombia) y las exposiciones sobre el tema, juegan un importante papel. Como las dos muestras abiertas
por estos días en La Tertulia, que sin proponérselo ilustran palmariamente
mucho de lo dicho arriba.
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