Desde las primeras décadas del siglo XX
esta noción ha significado en Cali, y en general en el país y toda
Latinoamérica, imitar el mundo desarrollado. Primero a Europa y después a
Estados Unidos. Peor aun, contentarse apenas con copiar imágenes de moda
supuestamente modernas. Cambiar de “look”, como nos informan que van a hacer
con los edificios de La Tertulia. Lo que sería solo otra expresión “light” de
la prensa si no se tratara de una cuantiosa inversión financiada con los
impuestos de los contribuyentes y de un lugar emblemático de la ciudad. De una
institución que merecería un tratamiento mas serio considerando lo mucho que
significó en años pasados para Colombia y no solo para Cali.
La sucesivas
modernizaciones de Cali solo han representado la destrucción sistemática de su
patrimonio construido, y con el parte de nuestra identidad, barbaridad que aun
hay quien aplauda. Esta acción típicamente tercermundista se inicio entre
nosotros en Bogotá, después de los incendios del 9 de Abril de1948, y
repercutió aquí, 20 años después, con la disculpa de los Juegos Panamericanos y
posteriormente con el “boom” del negocio inmobiliario que generó el lavado de
dineros del narcotráfico. Y el mal gusto que la acompañó nos ha penetrado de
arriba abajo, como se ve en las vergonzosas “decoraciones” navideñas y en las
gatitas “apanteradas” como de circo que pusieron rodeando el autentico gato de
Tejada, y que pronto se confundieron con las figuras grotescas de la última
navidad, que de nuevo invadieron incluso a La Tertulia.
Paralelamente se había
iniciado en Bogotá a finales de la década de 1960, con la construcción de la
nueva Guatavita, a donde se trastearon los habitantes del bello pueblo
tradicional inundado por la represa del Tominé, lo que se llamó el
“guatavitismo”, que se irradió a todo el país y que consistía en hacer
pastiches pseudo coloniales, como hay varios en Cali, y que terminó con el
despropósito cultural de “guatavitiar” edificios auténticamente coloniales.
Ahora en Cali, que desde que se volvió importante con el auge del puerto de
Buenaventura ha seguido la moda de mantenernos al día con la penúltima moda,
estamos ad portas de invéntanos al fin una moda nueva: “modernizar” edificios
modernos, como lo son los de La Tertulia, lo que a estas alturas es mas que
otro despropósito cultural.
Desde luego el museo necesita una
reestructuración física, y es muy meritorio el que se haya logrado el apoyo del
Estado. Pero debería hacerse a partir de un concurso público de arquitectura
posterior a su replanteamiento total, y no asignada a dedo sin criterio,
siguiendo el mal ejemplo de la llamada manzana de la cultura que rodea la
Biblioteca Departamental. Lo moderno es la democratización de la cultura y las
instituciones públicas y no continuar con su manejo autocrático como si fueran
todavía las haciendas feudales que caracterizaron esta comarca. Lo pertinente
no es cambiar su imagen si no su propósito, pues adecuar costosamente un
edificio para albergar permanentemente una colección que no es tan importante
como dicen, es continuar con el despropósito de hacer edificios que hay que
remodelar a los pocos años.
Comentarios
Publicar un comentario