En su paso demoledor por San Fernando
la nueva Calle Quinta quedó con un peligroso trazado sinuoso, apenas dos
carriles en cada sentido, que se llenaron de taxis y buses ocupados a medias, y
con sus terminados ya dañados o envejecidos. Y se les olvido que los peatones
en las ciudades de trazado ortogonal caminan en línea recta. Nadie esta usando
los pasos pompeyanos, en principio una buena solución, pues para no detener la
circulación quedaron muy retirados y la gente prefiere bajarse a la calzada
para cruzar las calles, con toda la razón y como siempre lo ha hecho, en lugar
de caminar 12 metros mas y tener que hacer cuatro cruces seguidos y en ángulo
recto. Además, para evadir el problema de usar los antejardines, no se
construyeron hasta los paramentos, como estaban diseñados, y en lugar de un
anden amplio, llano, recto, a nivel y arborizado, quedo una colcha de retazos, a
veces inclinados o con escalones, y con unas palmas que no le darán sombra.
¿Por qué insistimos, entonces, en la maravilla del espacio publico que dizque
nos esta dejando el Mio?
Aparte de un tierno
“vía a Buenaventura”, o la insólita prohibición de ir a caballo que había por
el Intercontinental o el mapa de la montaña rusa de la Circunvalación
(derrumbada de nuevo) que tenia uno que bajarse del carro para entenderlo, o la
antiquísima indicación que ya bajando el puente de la estación prohibía entrar
a Cali, o el enorme aviso de “Prohibido estacionar en este costado” pintado en
una culata en El Peñón, al menos la mitad de la señalización vial de la ciudad
es ilegal, antitécnica, mal puesta, repetida, desactualizada o no se puede
obedecer, lo que lleva a que no se haga mucho caso del resto. En Colombia se
han preferido las normas norteamericanas a las europeas pese a que nuestros
carros y vías son mas semejantes a los del viejo continente, y existe una
combinación arbitraria de ellas con no pocas debidas al talento nacional. ¿Por
qué insistimos únicamente en que los accidentes se deben solo al exceso de
velocidad, o al alicoramiento, o pedimos mas policías acostados, en una ciudad
llena de huecos, o que se usen los puentes peatonales, pese a que muchos no los
pueden subir?
Los pecados de San
Antonio son muchos pero veniales. Pero hay algunos graves y juntos podrían ser
mortales para el barrio. Mas el problema no es tanto el de los enchapes y
colorinches prohibidos e inútiles que insisten en poner en zócalos y fachadas,
ni la desaparición de los aleros y ni siquiera el estrambótico balcón que se
está terminando en una de sus casas. Son mucho mas graves la perdida del
alineamiento y la privatización de los andenes, la apertura burda de garajes,
los terceros pisos agregados sobre la calle en varias construcciones, que ya no
casas, y la desaparición paulatina de patios y solares. Pero lo mas peligroso
es sin duda la total e irresponsable indolencia de la Administración Municipal
al respecto. Menos mal que los habitantes del barrio lograron impedir el
negocio del ridículo pesebre-tasca en el Parque del Acueducto. ¿Pero por qué no
insistimos en la creación de una corporación que como la de la Candelaria en
Bogotá se ocupe de San Antonio?
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