Muy buenas y
oportunas las columnas recientes de María Elvira Samper (Cambio) y Clara
Sawadski (El País) sobre los niños no deseados. Pero no es solo la pésima vida
que le espera a la gran mayoría de ellos, sino también la sobre población del
planeta que está llevando a la rápida destrucción irreversible de sus recursos,
flora, fauna y paisajes, la que, de seguir así, comprometerá un mejor futuro
para todos, y hasta a la especie misma.
Ya
somos mas de seis mil millones, la mitad viviendo en ciudades con el gravísimo
inconveniente de que su crecimiento masivo y acelerado, como es el caso de
Cali, acaba con muchas de ellas. Basta ver a nuestro alrededor y recordar como
era hasta hace poco: segura, amable, limpia, ordenada, silenciosa, caminable y
bonita. Y era de los caleños, nacidos aquí o no, y no de los recién llegados,
no por su condición de desplazados o emigrantes, sino por su comprensible
ausencia de identidad con la ciudad y, en la mayoría de los casos, por su total
carencia de cultura urbana, la que difícilmente se puede improvisar y tanta
falta hace.
Es
lamentable la posición machista y legalista de los magistrados que votaron en
contra de la despenalización del aborto. Como en el caso de las drogas, que matan muchísimos menos colombianos que el alcohol o la
nicotina y, sobre todo, que la guerra en su contra,
la retrograda e inútil persecución del aborto causa mas muertes y problemas a
la sociedad entera, y no solo a las mujeres directamente implicadas, a las que
poco se considera, que si fuera legal.
Es
en contra del libre desarrollo de la personalidad consagrado en la
Constitución. Que cada uno haga con su cabeza y cuerpo lo que quiera mientras
no afecte a los otros, como lo querían los liberales ingleses desde el siglo
XIX. Un óvulo fecundado no es aun un “otro”. Son penosos los argumentos
fundamentalistas, ignorantes o tramposos de los que llaman asesinato al aborto.
Matar a una persona con premeditación y alevosía, es otra cosa pues a un óvulo
recién fecundado no se puede considerar un individuo de la especie humana.
Hablan de salvar vidas pero pasan por alto hipócritamente las que están
condenando a morir en vida ¿o que otra cosa es apenas sobrevivir? Lo dogmático
sigue siendo nuestro opio.
Detrás
de casi todos los problemas de Cali está su rápida sobre población, buena parte
de ella conformada por niños no deseados. Desde la pésima escogencia de sus
alcaldes populares hasta la improvisación de su transporte colectivo llamado
tramposamente MIO. Desde los edificios innecesariamente altos hasta la carencia
de andenes adecuados. Desde la mala calidad de las obras publicas (incluyendo
las del MIO) hasta la corrupción que campea por todos lados. Desde su feura,
mugre, ruido y desorden hasta su creciente inseguridad.
De
ahí la urgencia de un área metropolitana que incluya a Yumbo y Jamundí, e
impedir que la ciudad se siga pasando sin a los municipios de Candelaria y
Florida, para lo cual habría que fortalecer un Departamento concebido para
defender e impulsar la cadena de ciudades que el nuestro presenta lo largo del
Rió Cauca, distribuyendo mejor su acelerada sobre población. Pero para esto
tendríamos que escoger mejor nuestros Gobernadores. Pero ¿a quien todavía le
interesan si ni siquiera nos importa el futuro de los niños no deseados? No nos
“toca” la realidad.
Comentarios
Publicar un comentario