Cuatro horas diarias de ardua
práctica, cinco días a la semana, por diez años, son necesarios para tener
éxito, afirma Malcolm Gladwell (Fuera de serie, 2008), y hay músicos y
atletas que practican mas. Imposible para un estudiante de arquitectura en
cinco años de taller de proyectos, pues tiene también otros cursos. Igualmente
es cierto que los grandes logros se deben menos al talento que a la
oportunidad. Richardson, el gran arquitecto norteamericano del XIX,
consideraba que lo primero es conseguir el encargo. Y cualquier profesión nos
llena solo si es autónoma, compleja, y tiene una buena relación entre
esfuerzo y recompensa.
En Cali, en los últimos años, la falta
de práctica de los que incluso antes de graduarse ya están diseñando (o que ni
siquiera son arquitectos), de oportunidades para los mejores, y de satisfacción
profesional, explica en parte esa arquitectura tan carente de ética y estética
que se está haciendo en la ciudad. O la total falta de criterio con que
olímpicamente se opina de nuestra arquitectura, y que lleva a las inexactitudes
y exabruptos como las que se han dicho y escrito en estos días sobre la “casa
de El Peñón” y el “edificio de Salmona”.
El trabajo de los arquitectos depende
de normas, ingenieros, presupuestos y clientes, no es complejo para muchos que
se limitan a copiar, e incluso les dan premios, y es mal pagado, a lo que
los mas vivos responden sacando tajada por otro lado, en la construcción, la
que mucha gente considera que si es un trabajo mientras que lo otro es “hacer
monos”. Pero cuando la arquitectura se practica con ética es autónoma y
compleja, y su recompensa enorme cuando le mejora la vida a los clientes, que
transforma en conmitantes.
Infortunadamente, además de las
insuficientes horas de práctica de los estudiantes, en las escuelas de
arquitectura poco se habla de ética profesional y muchos profesores no
practican lo que dicen enseñar. Por eso bienvenidos los posgrados en los que
hay mas posibilidades de un serio debate académico y que alargan en un par de
años la carrera, amen de contar con estudiantes mas maduros y mejores
profesores. Lo que por supuesto tendría que incidir en la manera como se
deberían re encausar los pregrados actuales.
Muchas mas horas de práctica en los
talleres, es decir, mas ejercicios de proyectación, que no simulaciones de
proyectos reales, serian indispensables pues, como dice Gladwell, una práctica
no es lo que se hace cuando se es bueno, sino lo que permite llegar a serlo. En
ellos desde luego no hay autonomía pero deben ser sucesivamente mas complejos,
y su recompensa solo se logra si son placenteros, estimulantes,
interesantes y significativos, para lo que se requieren maestros verdaderos no
“profesores” improvisados.
Por eso los de tiempo completo
deberían realizar también proyectos institucionales y no apenas
investigaciones. Incluso hacer los mismos ejercicios que les ponen a sus
alumnos. Al fin y al cabo en los talleres de antes los aprendices ayudaban a
los maestros y aprendían de ellos viéndolos trabajar. Pero ahora, como dice
Vargas Llosa, la teoría ha llegado a sustituir a la obra misma, usando un
lenguaje abstruso y falazmente científico (La civilización del espectáculo,
2012), y reemplazando a las 10.000 horas de práctica.
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