Continuar insistiendo, pero
muchísimo más que antes, en la abolición total de las armas nucleares que son
una real y aterradora amenaza, y que la mayoría de las demás, como los barcos,
aviones y vehículos militares, se destinen a otros usos en beneficio de toda la
humanidad. Que no se fabriquen más armas y que las que sea necesario conservar
se utilicen sólo contra el terrorismo, la delincuencia, la corrupción y la
discriminación, y que finalmente cuando se logre la paz de verdad muchas se
fundan pero no para hacer “arte” ni “contra monumentos” que no pasan de ser
monumentos al fraude del arte contemporáneo, sino para hacer herramientas
útiles para la vida no contra ella.
Detener ya el cambio
climático eliminado los gases de efecto invernadero, generados por los
combustibles de origen fósil (petróleo, gas y carbón) y evitar el desperdicio
de recursos no renovables, de agua potable y de energía eléctrica, la que debe
ser solar o eólica. Incrementar el transporte público y los carros y motos
igualmente eléctricos. Moverse en bicicleta y caminar mucho mas por las
ciudades, para lo que las centralidades peatonales son lo pertinente, y poder
mirar a los otros en variadas situaciones en lugar de hacerlo en maquinas para
caminar en los gimnasios, a los que se va en carro, viendo a los mismos en las
mismas y a las mismas horas hablando siempre de lo mismo.
Cambiar el propósito del
consumismo para que la gente aprenda a consumir mejor y no simplemente más, lo
que sería más negocio para todos pero menos para el capitalismo salvaje, mas
malo por salvaje y codicioso que por capitalista. No más obsolescencia
programada o inducida; reparar todo, reutilizar todo, y reciclar todo cuando no
haya más remedio que hacerlo, en lugar de sustituir todo, todo el tiempo; que
nada obedezca a la moda, y más aún si se trata de la penúltima moda, y mucho
menos la moda misma del vestido, los que los hijos menores deben heredar de los
mayores como se hacia antes sin vergüenza alguna, y por supuesto vestirse
siempre de acuerdo con el clima.
Detener la destrucción
creciente de la naturaleza, tanto sus ríos, lagos y mares, como sus selvas,
bosques y campos, junto con su biodiversidad, y es urgente proteger las fuentes
de agua dulce. Y desde luego impedir al mismo tiempo alterar sus
característicos paisajes, los que son fundamentales para las ciudades ya que
siempre serán el espacio abierto en los que están inmersas tanto las grandes
como las pequeñas, y lo mismo los pueblos y las culturas y los individuos. El
caso es que la vida buena, que no la “buenavida”, como la arquitectura buena,
depende de la belleza y el conocimiento, además de amar y demás bien, y la
buena comida y la buena bebida y desde luego la buena compañía.
Pero sobre todo hay que
detener la sobrepoblación ya que el agotamiento de los recursos y el descalabro
del clima es su principal efecto debido al consumo desigual y desmedido de toda
clase de bienes. El planeta tiene una capacidad limitada de generación de
materia prima a partir de los recursos naturales y su dilapidación a un ritmo
más rápido del que es capaz de generarlos lleva cada año mas pronto a su
déficit, lo que amenaza la supervivencia de los humanos. Detener su crecimiento
es una utopía que, junto con las otras mencionadas arriba y algunas más, urge
volver propósitos mundiales antes de que ya sea utópico hacerlo y lo sufran los
que siguen, concebidos sin pensar en su futuro.
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