La lamentable forma como crecieron nuestras grandes ciudades, como es el caso del sur de Cali, mencionado en esta columna varias veces, y al que se refería Germán Patiño en días pasados, se debe a la mala arquitectura que escogen los que solo les interesa convertir tierras agrícolas en suelo urbano. Por supuesto aquí hay ejemplos paradigmáticos realizados por buenos arquitectos, pero como siempre la buena arquitectura primero depende es de los buenos conmitantes. Y en Cali, precisamente, los políticos, promotores y orientadores de la opinión pública, pero lamentablemente también muchos arquitectos, ignoran los retos actuales de la arquitectura y desconocen los trabajos que han estudiado nuestros problemas urbanos hace mucho tiempo y extensamente. Menos mal que cada vez mas ciudadanos están abriendo los ojos, y que algunos columnistas comienzan a interesarse por la ciudad en tanto que artefacto y no apenas por lo que pasa en ella. Pero es necesario el dialogo para construir conclusiones útiles, como lo sugiere Álvaro Guzmán a raíz de algunos foros recientes sobre el tema.
Por ejemplo Emilio Sardi señala con razón que los huecos y policías acostados entorpecen la circulación de vehículos, son peligrosos y además los dañan, en lo que esta columna ha insistido. Pero cae en el viejo error local de creer que los semáforos también estorban. Por lo contrario, lo que se necesita es que estén sincronizados, ubicados correctamente, con tiempos para los peatones y que se respeten; y por supuesto habría que poner muchísimos mas y no peligrosos puentes peatonales. Igual sucede con los que reclaman mas cruces a dos niveles para los carros, como de autopista, y no amplios y arborizados andenes para la gente. También se equivocan en lo de los buses y taxis. El hecho de que hoy sean responsables de buena parte de la contaminación y el trancón, no debe llevar a privilegiar el automóvil particular sino a organizar y racionalizar el transporte colectivo, incluyendo bicicletas y motos, que hoy son una plaga como bien lo ha señalado Luís Guillermo Restrepo, y por supuesto la culpa no solo es de ellos sino primero del Transito.
Y otro caso. El País reprodujo toda una página del New York Times sobre las viviendas climatizadas pasivamente en Alemania, pero no aclararon que al no tener Cali estaciones y estar solo a 1.000 metros sobre el nivel del mar, lo que tenemos que hacer en las nuestras es justo lo contrario. Por ejemplo, eliminar el uso del aire acondicionado, sobre todo ahora que con el cambio climático Cali se está enfriando, y no la calefacción, que nunca tuvimos. Y, sobre todo, que en lugar de encerrar las viviendas, tenemos que abrirlas para que circule el aire, mejorando la percepción de la humedad del ambiente, mas que bajando su temperatura, haciéndolas confortables. Cali es una de las pocas ciudades en el mundo que pasa por la llamada zona de confort varias veces al día casi todo el año y no lo aprovechamos (Victor Olgyay, Clima y Arquitectura en Colombia, 1968). Pero desde luego tendríamos que solucionar los problemas de ruido y polvo que aquí traen consigo las ventanas sin vidrios, pues los ladrones y bichos se pueden dejar afuera con rejas y anjeos como se hacía antes.
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