Es evidente que el cambio climático es una muy grave amenaza aunque se trate
tontamente de disculparla especulando con que es un ciclo natural, u ocultando
hipócritamente que está ayudado por la acelerada destrucción de la naturaleza,
y lo de la amazonia es francamente aterrador (Semana 07/10/2018). Pero lo que
poco se menciona es que esta se debe al sobrepoblamiento del planeta y a un
consumismo en aumento espoleado por el capitalismo salvaje, pues como dice
Yuval Noah Harari en su último libro, “el crecimiento económico no salvará al
ecosistema global; justo lo contrario, porque es la causa de la crisis
ecológica” (21 lecciones para el siglo XXI, 2018, p. 35).
Igual nos recuerda que “cerca de 1,25 millones de personas mueren al año en
accidentes de tráfico (el doble de las que mueren por guerras, crímenes y
terrorismo sumados [y] más del 90 por ciento […] se deben a errores muy humanos
[datos de la OMS, 2016] de ahí que sea una locura […] bloquear la
automatización [del] transporte y la atención sanitaria con el único fin de
salvaguardar los empleos humanos. Después de todo, lo que deberíamos proteger
[…] es a los humanos, no los puestos de trabajo” sobre todo si se
considera que “más del 90 por ciento de estos accidentes se deben a errores muy
humanos” (p. 43) y en Cali hay que sumar la atarbanería de tantos conductores
de carros y motos.
Por supuesto esos 2,50 millones de muertes que suman los accidentes, guerras y
demás, poco cambian los más de 60 millones anuales del acelerado crecimiento de
la población mundial, y para controlarlo no queda otra que informar y educar,
pero “¿cómo podemos hacer que las naciones, las religiones y las culturas sean
un poco más realistas y modestas respecto a su verdadero lugar en el mundo?”
(p. 203). “Por otro lado el nacionalismo y la religión dividen todavía a
nuestra civilización humana en campos diferentes y a menudo hostiles” como esta
sucediendo en la Unión Europea “el mayor experimento multicultural del mundo”
(p. 160) incluyendo el caso de Cataluña por supuesto.
Como dice Harari “tenemos una ecología global, una economía global y una
ciencia global, pero todavía estamos empantanados en políticas solo nacionales
[y] ya que es imposible desglobalizar la ecología y el progreso de la ciencia,
y ya que el costo de desglobalizar la economía seguramente seria prohibitivo,
la única solución real es globalizar la política (p. 148) pues el poder se
dedica a cambiar la realidad en lugar de verla como es” (p. 245). Como por
ejemplo que “ya hoy en día, el 1 por ciento más rico posee la mitad de las
riquezas del mundo” (p. 97), o que “la propiedad es un prerrequisito para la
desigualdad a largo plazo” (p. 96), como lo es la falta de control público
sobre el suelo urbano privado.
“La amarga verdad es que es que el planeta se ha vuelto demasiado complicado
para nuestro cerebro de cazadores-recolectores (p. 251) pero los grupos de
cazadores-recolectores, las comunidades rurales e incluso los barrios de las
ciudades podían pensar juntos acerca de los problemas globales, sin tener una
comunidad global (p. 255). De ahí que sean tan importantes las ciudades, en las
que -hay que repetirlo pues cada vez son más- viven más de la mitad de los más
de 7.300 millones de habitantes del planeta, y aún más en países como Colombia
donde son más de las tres cuartas partes (Google). Por eso hay que
procurar concejales y alcaldes para el siglo XXI y leer Harari puede ayudar a
encontrarlos.
Comentarios
Publicar un comentario