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Anarquía. 26.06.2014


Como lo advirtió Gustavo Duncan (Es la derrota del Estado, El País, Cali 21/06/2014) los 12 funcionarios de la Dian asesinados y el exilio de su director, son una amenaza directa a las funciones básicas del Estado, tan grave como una eventual renuncia del Comandante de la Policía o del Fiscal General debido a amenazas. Y como dice  “si se desafía a los funcionarios del Estado no hay menor chance de sobrevivir.” Es la anarquía (desconcierto, incoherencia, barullo) que vivimos incluso para celebrar un partido de futbol.
Así mismo, la suspensión de la cabalgata de la Feria de Cali, por ejemplo, es la derrota de la Administración Municipal ante su incapacidad para controlarla, por lo que es muy probable que de todas maneras se trate de realizarla extramuros, a las patadas y sin permiso. Pero esa incapacidad de control es peor aun en los usos del suelo y las construcciones. Como se ha reiterado en esta columna, en las grandes ciudades del país la gente hace lo que se le da la gana, desde grandes edificios hasta extensas invasiones de cambuches.
Es abrumadora la falta de capacidad de control de las Secretarias de Planeación Municipales, las que ni siquiera son capaces de proteger debidamente los pomposamente llamados bienes de interés cultural, BIC (que además son apenas del interés de algunos ciudadanos) pese a que son el patrimonio de todos. Y desde luego una avalancha que acabe con alguna parcelación, como sucedió en Medellín, o el desplome de una construcción, como sucedió con una sección (que no “torre”) del edificio Space, no son por supuesto improbables en otras partes.
Pero como lo denuncia Willy Drews “no se sabe cuál fue la causa de la tragedia, como si hubiera una Mafia que, por razones extrañas, quisiera ocultar la verdad”. No se sabe cuales fueron los resultados del estudio de la Universidad de los Andes contratado por la alcaldía. Los gremios de la construcción, arquitectos e ingenieros no han exigido claridad, ni se han pronunciado. Los principales medios no informan regularmente acerca de la investigación, y la Fiscalía dejó libres a los implicados, con excepción de uno, por considerarlos “no peligrosos para la comunidad” (http://www.torredebabel.info/omerta).
La solución a esta ausencia de poder público no es sencilla pero por lo menos es urgente que el Estado recupere su capacidad de disuasión. Como dice Duncan,  “antes de preocuparse por el bienestar de la población (dizque “regalando” casas “gratis” por ejemplo) el Estado debe garantizar que es capaz de protegerla, de proveer justicia y de obtener los recursos suficientes para hacerlo.” Si alguna de estas funciones falla las otras se verán afectadas y será muy difícil que la población mejore sus condiciones de vida.
Pero para que Estado y ciudades recuperen su control no basta la “paz” con unos pocos miles que aun están en la subversión, sino que hay que desarmar a los cientos de miles que están en el narcotráfico, incluyendo a muchos de aquellos. Como dice Duncan  suplantan al Estado e impiden que intervenga actividades económicas vinculadas al lavado de activos. Pero para acabar con la corrupción y violencia que genera la prohibición de ciertas drogas, y además poderlas controlar, hay que legalizarlas, como ha insistido Antonio Caballero hace décadas y lo ha demostrado ahora José Mujica en Uruguay.

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