Lástima no poder
decir que la plaza de Cañaveralejo estaba llena hasta las banderas, como gustan
los taurinos decir, pero no solamente es que no se las despliega en la noche,
sino que había algún claro, explicable pues la noche amenazaba lluvia. Pero el
hecho es que la inauguración del Festival Internacional de Ballet, creado y
dirigido por Gloria Castro y con la dirección artística de Alberto Méndez, de
la Escuela Cubana de Ballet, fue por octava vez el domingo 1ª de Junio un
emocionante hecho en la ciudad. Y a buena hora en estas semanas en que tanto se
habla de paz pero poco de arte, que es la verdadera paz del ser humano.
El hombre posee capacidades mentales que
le permiten inventar, aprender y utilizar estructuras lingüísticas
complejas, lógicas, matemáticas, escritura, ciencia y tecnología; y, lo mas importante, crear
arte. Y la danza y la música, artes colectivas y
temporales, como la arquitectura la pintura y la escultura, vienen de muy atrás.
La danza se manifiesta en el tiempo y el espacio, se
ve y se oye, comporta formas, colores y texturas, como la arquitectura, ritmos
y cadencias como la música, e historias
y actuaciones como el teatro; incluso con frecuencia las operas, el cine
o la televisión tienen danza.
El
arte es parte ineludible de la cultura y por tanto una expresión social. Se piensa que al principio tuvo una función ritual, mágica o religiosa, la que cambió con la evolución
del ser humano, adquiriendo un componente estético y una función social y pedagógica, pero lamentablemente hoy también mercantil o simplemente ornamental siguiendo modas
que no innovaciones. De ahí la importancia de artes que no
pueden mentir, justamente como la danza, cuyo impacto es inmediato y sus
aciertos y errores saltan a la vista, no como en la arquitectura espectáculo
que aparecen con el paso del tiempo y después de enormes inversiones afectando
negativamente a las ciudades, sobre todo a las que se creen ricas.
Como
dice Nassim Nicholas Taleb “nos cuesta más gestionar la abundancia que la
escasez” (Antifragil, 2012, p. 69). Y
el hecho preocupante es que varios proyectos culturales de Cali enfrentan ahora
graves problemas financieros. Por un lado el Departamento del Valle que ayuda a
Incoballet está quebrado y el Municipio de Cali va para lo mismo. Y por el otro
el comodato por 20 años de la casa que la
Universidad del Valle había cedido al grupo de teatro Esquina Latina, llegó a
su fin. Es hora, pues, de que el Ministerio de Cultura haga algo al respecto
por el arte, es decir por una paz de verdad,
que la plaza se convierta en un escenario multiusos pero sin construir
nada al lado.
Mientras
tanto, a disfrutar de lo que sigue (si no lo ha hecho desde el lunes) cuya
gallardía la anuncia lo mejor del domingo anterior: el entrañable desfile de
los estudiantes de Incoballet, el contundente flamenco de la Compañía Larreal
Mariemma de España, la inolvidable música de Astor Piazzola bailada por
solistas del Ballet Santiago de Chile, la clásica coreografía de Alicia Alonso
para Don quijote interpretada por solistas canadienses, la alegre fantasía de
Incoballet con música de Tchaikovsky, coreografía de Alberto Méndez y vestuario
de Andrés Martínez, y especialmente ver al caleño Oscar Chacon del Bejart
Ballet Lausanne, formado en Incoballet.
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