Usted está esperando pacientemente la salida de su vuelo, atrasado
por la niebla alrededor del pequeño y precario aeropuerto de Pasto, sin poder
sentarse pues todos los asientos están ocupados. De repente, como un baldado de
agua fría le comunican que está cancelado, que recoja su equipaje y que se las
apañe llamando a un Call Center cuyo numero nadie alcanza a escribir y que no
repiten.
Y como Avianca es la única compañía que viaja directamente desde
su ciudad pero sólo una vez al día, deberá volar hacia el norte, a la capital
(todo aquí pasa por Bogotá, en donde decidirán el domingo el próximo
Presidente) esperar unas horas otro vuelo, pagar la diferencia si es que
encuentra cupo, y regresar mas tarde al sur occidente.
Pero como el aeropuerto está casi una hora mas cerca de Cali (es
la misma carretera) decide ir en taxi a Popayán (no pueden prestar el servicio
interdepartamental hasta el Valle) y continuar, después de almorzar en una
cafetería en donde hay de todo menos lo que está en la carta, en un Velotax, siempre
acompañado de esa música que gusta a sus conductores, y de pasajeros que
reportan a gritos por sus celulares por donde van.
Por supuesto la insólita doble línea amarilla continua de Pasto a
Cali nadie la respeta, se adelanta emocionantemente en las curvas cuando se
intuye que nadie viene en sentido contrario, se usa hábilmente el pequeñísimo
arcén para “cortarlas”, no se respetan (ni es posible hacerlo) los ridículos
limites de velocidad, las motos pasan por cualquier lado; amen de burros y
vacas en la calzada y caminantes y bicicletas.
Pero se descubre nuevamente el muy bello y variado paisaje del sur
del Sur Occidente del país: el volcán Galeras es imponente, La Cocha bella y el
emplazamiento de Sandoná espectacular; no en vano Aurelio Arturo dice que allí
“el verde es de todos los colores” (Morada
al Sur, 1963). Son unas siete horas, dependiendo de las “obras en la vía”,
los retenes de la Policía o el Ejercito y eventualmente de alguna guerrilla.
Lindo viaje al fin y que vale mucho la pena. Pero en Pasto bájese,
como dicen los costeños, en “Casa López” y no en el Hotel Agualongo: muy bien
situado al lado de la Plaza de Nariño, claro, pero las ruidosas fiestas y
celebraciones en sus salones de abajo, que duran hasta el amanecer, a las que
no lo invitan ni le advierten al registrase y pagar por adelantado, no lo
dejaran dormir. Mas nadie protesta dicen.
Por eso, si no sabe que pese a todo es mejor votar por Santos, se
merece que le cancelen sus vuelos y le pongan música a todo volumen en su hotel
y en el transporte público. Con él al menos se podrá continuar protestando
contra el mal gobierno del país y sus ciudades y la destrucción de su medio
ambiente y paisajes, lo que en Venezuela o Cuba no se puede. Se trata, pues,
como dicen que dicen allá pues, de mejorar nuestra precaria democracia no de
acabarla.
Pío Baroja hace un siglo señalaba los siete pecados capitales de
los españoles, que son desde luego los nuestros: comenzaba por los que no saben
y terminaba por los que viven gracias a que los demás no saben (y justamente
por eso no protestan), y de estos señalaba que se llaman a sí mismos
“políticos”. Ahora usted tiene que escoger a uno para la Presidencia pues lo
peor sería “cancelar” su derecho a hacerlo.
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